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POTYLDA 110F
2178 posts
8/9/2013 12:01 pm

Last Read:
8/9/2013 6:41 pm

LAS CLASES MAGISTRALES DE LITERATURA EN BERKELEY, DE JULIO CORTÁZAR. CARLOS ÁLVAREZ GARRIGA, EDITOR

Como les comenté en las dos entregas anteriores, un nuevo libro reúne las lecciones de literatura que el autor de RAYUELA dictó en BERKELEY, en 1980.

Mediante esta tercera y última entrega finalizo la presentación de su pensamiento y la intimidad de sus elecciones artísticas, como un adelanto exclusivo para todo aquel lector y admirador de este creativo e innovador escritor.

Confío en que la lectura de este interesante documento les haya permitido enriquecer su conocimiento acerca de esas dos importantes columnas de la Literatura: el cuento y la novela, en la voz de uno de los grandes, entre los grandes, JULIO CORTÁZAR.

Besos camorreros de

CECILIA



LAS CLASES MAGISTRALES DE LITERATURA EN BERKELEY, DE JULIO CORTÁZAR. CARLOS ÁLVAREZ GARRIGA, EDITOR, ALFAGUARA.

TERCERA ENTREGA

Conviene hacer una cosa bastante elemental, al principio, que es preguntarse ¿qué es un cuento?, porque sucede que todos los leemos (es un género que creo que se vuelve cada día más popular; en algunos países lo ha sido siempre y en otros va ganando camino, después de haber sido rechazado por motivos bastantes misteriosos, que los críticos buscan deslindar) pero, en definitiva, es muy difícil intentar una definición de cuento.

Hay cosas que se niegan a la definición; creo, y en este sentido me gusta extremar ciertos caminos mentales que, en el fondo, nada se puede definir. El diccionario tiene una definición para cada cosa; cuando cosas muy concretas, la definición es tal vez aceptable pero, muchas veces, a lo que tomamos por definición yo lo llamaría una aproximación.

La inteligencia se maneja con aproximaciones y establece relaciones y todo funciona muy bien pero, frente a ciertas cosas, la definición se vuelve verdaderamente muy difícil. Es el caso muy conocido de la poesía. ¿Quién ha podido definir la poesía, hasta hoy? Nadie. Hay dos mil definiciones que vienen desde los griegos, que ya se preocupaban por el problema. Aristóteles tiene nada menos que toda una POÉTICA para eso, pero no hay una definición de la poesía que a mí me convenza y, sobre todo, que convenza a un poeta. En el fondo, el único que tiene razón es ese humorista español --creo--, que dijo que la poesía, cito: “(…) es eso que se queda afuera cuando hemos terminado de definir la poesía: es lo que se escapa y no está dentro de la definición.”

Con el cuento no pasa exactamente lo mismo, pero tampoco es un género fácilmente definible. Lo mejor es acercarnos muy rápida e imperfectamente, desde un punto de vista cronológico.
La narrativa del cuento, tal como se lo imaginó en otros tiempos y tal y como lo leemos y lo escribimos en la actualidad, es tan antigua como la humanidad. Supongo que, en las cavernas, las madres y los padres les contaban cuentos a los niños (cuentos de bisontes, probablemente).

El cuento oral se da en todos los folclores. África es un continente maravilloso, para los cuentos orales; los antropólogos no se cansan de reunir enormes volúmenes con miles y miles, algunos de una fantasía y una invención extraordinarias, que se transmiten de padres a hijos. La Antigüedad conoce el cuento como género literario y la Edad Media le da una categoría estética y literaria bien definida, a veces en forma de apólogos destinados a ilustrar elementos religiosos y, otras veces, morales. Las fábulas, por ejemplo, nos vienen desde los griegos y un mecanismo de pequeño cuento, un relato que se basta a sí mismo, algo que sucede entre dos o tres animales, que empieza, tiene su fin y su reflexión moralista.

El cuento, tal como lo entendemos ahora, no aparece de hecho hasta el siglo XIX. A lo largo de la historia hay elementos de cuentística verdaderamente maravillosos. Piensen ustedes en LAS MIL Y UNA NOCHES, una antología de cuentos, la mayoría de ellos anónimos, que un escriba persa recogió y les dio calidad estética; ahí hay cuentos con mecanismos sumamente complejos y muy modernos, en ese sentido. En la Edad Media española hay un clásico, EL CONDE LUCANOR del INFANTE JUAN MANUEL, que contiene algunos cuentos de antología. En el siglo XVIII se escriben cuentos, en general, sumamente largos, que divagan un poco, en un territorio más de novela que de cuento; pienso, por ejemplo, en los de VOLTAIRE: ZADIG, CÁNDIDO, ¿ cuentos o pequeñas novelas? En ellos suceden muchas cosas, hay un desarrollo que casi se podría dividir en capítulos y, finalmente, novelitas más que cuentos largos.

Cuando nos metemos en el siglo XIX, el cuento adquiere, de golpe, su carta de ciudadanía, de forma paralela,más o menos, en el mundo anglosajón y en el francés. En el mundo anglosajón, en la segunda mitad del siglo XIX, surgen escritores para quienes el cuento es un instrumento literario de primera línea, al que atacan y llevan a cabo con un rigor extraordinario. En FRANCIA, bastaría citar a MÉRIMÉE, a VILLIERS DE L'ISLE-ADAM y, tal vez por encima de todos ellos, a MAUPASSANT, para ver cómo el cuento se ha convertido en un género moderno.

En nuestro siglo, entra ya con todos los elementos y con las condiciones y las exigencias, por parte tanto del escritor como del lector. Vivimos hoy en una época en la que no aceptamos que nos hagan el cuento, como dirían los argentinos: aceptamos que nos den buenos cuentos, que es una cosa muy diferente.

Si a través de este paseo a vuelo de pájaro andamos buscando una aproximación, si no una definición del cuento, lo que vamos viendo es, en general, una especie de reducción: el cuento es una cosa muy vaga, muy esfumada, que abarca elementos de un desarrollo no siempre muy ceñido y que, a lo largo del siglo XIX y ahora en nuestro siglo, adopta características que podemos considerar definitivas (en la medida en que puede haber algo definitivo en literatura, porque el cuento tiene una elasticidad equiparable a la de la novela, en cierto sentido y, en manos de los nuevos cuentistas que pueden estar trabajando en este mismo momento, puede dar un viraje y mostrarse desde otro ángulo y con otras posibilidades. Mientras eso no suceda, tenemos delante de nosotros una cantidad enorme de cuentistas mundiales y, en el caso que nos interesa especialmente, una cantidad muy grande y muy importante de cuentistas latinoamericanos).

¿Cuáles las características, en general, del cuento, ya que decimos que no vamos a poder definirlo exactamente? Si hacemos el enfoque primario --o sea, el fondo del cuento, su razón de ser, el tema, y la forma--, por lo que se refiere al tema, la variedad del cuento moderno es infinita: puede ocuparse de temas absolutamente realistas, sicológicos, históricos, costumbristas, sociales... Su campo es perfectamente apto para hacer frente a cualquiera de estos temas, y, pensando en el camino de la imaginación pura, se abre, con toda libertad, para la ficción total, en los cuentos que llamamos fantásticos, en los cuentos de lo sobrenatural, donde la imaginación modifica las leyes naturales, las transforma y presenta el mundo de otra manera y bajo otra luz. La gama es inmensa, incluso si nos situamos únicamente en el sector del cuento realista típico, clásico: por un lado podemos tener un cuento de D. H. LAWRENCE o de KATHERINE MANSFIELD, con sus delicadas aproximaciones sicológicas al destino de sus personajes; por otro lado, podemos tener un cuento del uruguayo JUAN CARLOS ONETTI, que puede describir un momento perfectamente real – yo diría, incluso, realista--, de una vida y que, siendo en el fondo una temática equivalente a la de LAWRENCE o a la de MANSFIELD, es totalmente distinto. Se abre, así, el abanico de su riqueza de posibilidades.

Ya se dan cuenta Uds., de que por la temática no vamos a poder atrapar al cuento por la cola, porque cualquier cosa entra en el cuento: no hay temas buenos ni malos, en el cuento. (No hay temas buenos ni malos, en ninguna parte de la literatura: todo depende de quién y cómo lo trata. Alguien decía que se puede escribir sobre una piedra y hacer una cosa fascinante, siempre que el que escriba se llame KAFKA).

Desde el punto de vista temático, es difícil encontrar criterios para acercarnos a la noción de cuento; en cambio, creo que vamos a estar más cerca, porque ya se refiere un poco a nuestro trabajo futuro, si buscamos por el lado de lo que se llama, en general, forma, aunque a mí me gustaría usar la palabra estructura, vocablo que no uso en el sentido del estructuralismo, o sea, de ese sistema de crítica y de indagación con el cual tanto se trabaja en estos días, y del cual yo no conozco nada. Hablo de estructura, como podríamos decir la estructura de esta mesa o de esta taza; es una palabra que me parece un poco más rica y más amplia que la palabra forma, porque estructura tiene, además, algo de intencional: la forma puede ser algo dado por la naturaleza y una estructura supone una inteligencia y una voluntad que organizan algo, para articularlo.

Por el lado de la estructura podemos acercarnos un poco más al cuento porque, si me permiten una comparación no demasiado brillante pero sumamente útil, podríamos establecer dos pares comparativos: por un lado, tenemos la novela y por el otro, el cuento.

A grosso modo, sabemos muy bien que la novela es un juego literario abierto, que puede desarrollarse hasta el infinito y que, según las necesidades de la trama y la voluntad del escritor, en un momento dado se termina, pero no tiene un límite preciso. Una novela puede ser muy corta o casi infinita; algunas novelas terminan y uno se queda con la impresión de que el autor podría haber continuado, y algunos lo hacen, porque años después escriben una segunda parte.

La novela es lo que UMBERTO ECO llama la obra abierta: es realmente un juego abierto, que deja entrar todo; lo admite, lo está llamando, está reclamando el juego abierto, los grandes espacios de la escritura y de la temática. El cuento es todo lo contrario: un orden cerrado. Para que nos deje la sensación de haber leído un cuento que va a quedar en nuestra memoria, que valía la pena leer, ese cuento será siempre uno que se cierra sobre sí mismo, de una manera fatal.

Alguna vez he comparado el cuento con la noción de la esfera, la forma geométrica más perfecta, en el sentido de que está totalmente cerrada en sí misma, y cada uno de los infinitos puntos de su superficie equidistantes del invisible punto central. Esa maravilla de perfección que es la esfera como figura geométrica, es una imagen que me viene también, cuando pienso en un cuento que me parece perfectamente logrado. Una novela no me dará jamás la idea de una esfera; me puede dar la idea de un poliedro, de una enorme estructura. En cambio, el cuento tiende, por autodefinición, a la esfericidad, a cerrarse, y es aquí donde podemos hacer una doble comparación, pensando también en el cine y en la fotografía: el cine sería la novela y la fotografía, el cuento. Una película es como una novela, un orden abierto, un juego donde la acción y la trama podrían o no prolongarse; el director de la película podría multiplicar incidentes sin malograrla, incluso acaso mejorándola; en cambio, la fotografía me hace pensar siempre en el cuento.

Alguna vez, hablando con fotógrafos profesionales, he sentido hasta qué punto esa imagen es válida, porque el gran fotógrafo es el hombre que hace esas fotografías que nunca olvidaremos --fotos de STIEGLITZ, por ejemplo, o de CARTIER-BRESSON--, en las que el encuadre tiene algo de fatal: ese hombre sacó esa fotografía colocando dentro de los cuatro lados de la foto un contenido perfectamente equilibrado, perfectamente arquitectado, perfectamente suficiente, que se basta a sí mismo, pero que, además, --y esa es la maravilla del cuento y de la fotografía--, proyecta una especie de aura fuera de sí misma y deja la inquietud de imaginar lo que había más allá, a la izquierda o a la derecha.

Para mí, las fotografías más reveladoras aquéllas en que, por ejemplo, hay dos personajes: el fondo de una casa y luego, quizá a la izquierda, donde termina la foto, la sombra de un pie o de una pierna. Esa sombra corresponde a alguien que no está en la foto y al mismo tiempo la foto está haciendo una indicación llena de sugestiones, apelando a nuestra imaginación para decirnos: "¿Qué había allí después?". Hay una atmósfera que, partiendo de la fotografía, se proyecta fuera de ella, y creo que es eso lo que les da la gran fuerza a esas fotos, que no siempre técnicamente muy buenas, ni más memorables que otras; las hay muy espectaculares, pero que no tienen esa aureola, esa aura de misterio.
Como el cuento, al mismo tiempo un extraño orden cerrado, que está lanzando indicaciones, que nuestra imaginación de espectadores o de lectores puede recoger y convertir en un enriquecimiento de la foto.

Ahora, por el hecho de que el cuento tiene la obligación interna, arquitectónica, de no quedar abierto, sino de cerrarse como la esfera y guardar, al mismo tiempo, una especie de vibración que proyecta cosas fuera de él, ese elemento que vamos a llamar fotográfico nace de otras características, que me parecen indispensables para el logro de un cuento memorable o perdurable.

Es muy difícil definir esos elementos. Podría hablar, y lo he hecho ya alguna vez, de intensidad y de tensión. elementos que parecen caracterizar el trabajo del buen cuentista, y hacen que haya cuentos absolutamente inolvidables, como los mejores de EDGAR ALLAN POE. EL TONEL DE AMONTILLADO, por ejemplo, es una pequeña historia de apariencia común, un cuento que tiene menos de cuatro páginas, en el que no hay ningún preámbulo, ningún rodeo. Desde la primera frase, estamos metidos en el drama de una venganza que se va a cumplir fatalmente, con una tensión y una intensidad simultáneas, porque se siente el lenguaje de POE tendido como un arco: cada palabra, cada frase, ha sido minuciosamente cuidada, para que nada sobre, para que solamente quede lo esencial y, al mismo tiempo, hay una intensidad de otra naturaleza: está tocando zonas profundas de nuestra siquis; no solamente nuestra inteligencia, sino también nuestro subconsciente, nuestro inconsciente, nuestra líbido, todo lo que ahora se da en llamar subliminal, los resortes más profundos de nuestra personalidad.



CECILIA


POTYLDA 110F
2043 posts
8/9/2013 12:04 pm

SIENTO UNA GRAN ALEGRÍA PORQUE, AÚN SIN CONOCERNOS, ME HONRAS CON EL PRIVILEGIO DE TU VISITA, DE TU LECTURA, DE TU ATENCIÓN, DE TU INAPRECIABLE TIEMPO.

SALUDOS SOLIDARIOS E ISTMEÑOS DE

CECILIA


CECILIA