Close Please enter your Username and Password
Reset Password
If you've forgotten your password, you can enter your email address below. An email will then be sent with a link to set up a new password.
Cancel
Reset Link Sent
Password reset link sent to
Check your email and enter the confirmation code:
Don't see the email?
  • Resend Confirmation Link
  • Start Over
Close
If you have any questions, please contact Customer Service


POTYLDA 110F
2178 posts
9/1/2013 3:14 pm

Last Read:
9/4/2013 11:28 am

TOPÁNDOME CON ELLOS LO DESCUBRÍ, POR DAVID C. RÓBINSON O., ESCRITOR Y POETA, PANAMÁ.

Para todos Uds., amables lectores y lectoras, un texto que, como le señalé a su autor, es un extraordinario testimonio, por la honestidad y humanidad que reboza y rebasa cada uno de sus párrafos.
Que continúen disfrutando de un espléndido y placentero domingo.
Besos camorreros y abrazo de Osa, los de siempre, de

CECILIA



TOPÁNDOME CON ELLOS LO DESCUBRÍ, POR DAVID C. RÓBINSON O., ESCRITOR Y POETA, PANAMÁ.


“Existo como soy, con eso basta, y si nadie lo sabe, me doy por satisfecho.” WALT WHITMAN.

Tengo 27 años de laborar como docente. Siempre en colegios públicos, con jóvenes e infantes de extracto popular. Me ha tocado dar clases de inglés, física, religión, matemáticas, ciencias y biología. Incluso, en una ocasión, para completar mi carga horario, fungí como bibliotecario. Seis colegios secundarios, una escuela primaria, cuatro provincias y cinco distritos.

A pesar de tanta vuelta y revuelta, siento que, recién en los últimos 7 años, he ido comprendiendo qué es enseñar. Pienso que he ido entendiendo este negocio de la enseñanza, porque creo que, en realidad, no enseño… por lo menos, no enseño lo que se supone que debería enseñar. Nunca he completado el programa y siempre termino conversando sobre temas de otras materias diferentes a la mía, la biología. Estoy convencido de que nunca voy a ser condecorado.

He llegado a dicha conclusión, al toparme con egresados del colegio en donde trabajo. Los que tienen pocos años de haberse graduado, me abordan, como buscando que les diga una nueva palabra, cuando en realidad ellos quienes ahora tienen la palabra. Los que tienen más años de haberse graduado, me miran de arriba hacia abajo y, por la expresión de sus rostros, parecen preguntarse: “¿Y este viejo panzón fue el que me hizo la vida de cuadritos? Porque, tengo que confesarlo: a eso me he dedicado; la primera veintena de años lo hice instintivamente, los últimos siete años lo estoy haciendo adrede: traumar a chiquillos ajenos.

Y es que preguntar --en una sociedad que reniega del arte de hacerse preguntas--, es incómodo. Ubicarse en un ángulo donde se obtenga una nueva óptica de la situación, es incómodo. Preocuparse por aprender algo dentro de un sistema embrutecedor, al que lo único que le importa es la calificación, es incómodo.

Y he aquí mi gran confesión: he llegado a la conclusión de que, en realidad, no he enseñado, pero he aprendido; porque si no fuese educador, nunca me hubiese preguntado cosas y obligado a verlas desde otro punto de vista diferente al de la manada; no me hubiera preocupado por aprender, si no por cumplir con los requisitos que exige ese sistema oxidado y maltratador que es la educación panameña.

Voy a mencionar a dos egresados que, pienso, me servirán para hacerme entender. Ambos empresarios: uno tiene un gran auto y se roza con las elites profesionales del país; el otro vende plátanos, en un semáforo. No obstante, ambos cumplen el principal requerimiento de todo organismo vivo: luchar por sobrevivir. ¿Yo les enseñé eso? No. Afirmarlo, sería mentir. ¿Quién se los enseñó? La vida.

Y ese ha sido mi gran descubrimiento, en el aula de clase. No se trata de cuántas moléculas de ATP se producen por molécula de glucosa oxidada, en el Ciclo de Krebs; el asunto consiste en qué hago con esa energía atrapada en los enlaces de hidrógeno. Por eso pienso que, en realidad, yo no enseño, por lo menos no enseño biología. Pienso que, en realidad, aprendo biofilia.

¿Biofilia? Sí, aprendo a inclinarme a favor de la vida. A ocuparme de los seres vivos, incluyéndome. Es muy probable que, al final de mi carrera docente, tenga que pedir disculpas por no haber sido el profesor que exigen las reglas y disposiciones de las autoridades. Mis razones para no respetar los reglamentos fueron egoístas: no me permitían crecer y yo quería y quiero crecer.

¿Habré transmitido dicho sentir y pensar, a mis estudiantes? Honestamente, no lo sé. Pero cuando veo a aquel muchacho vendiendo plátanos en un semáforo, cuando lo veo pelear, pelear y pelear, sonrío y pienso: este muchacho sí entendió qué es la vida


CECILIA


POTYLDA 110F
2043 posts
9/1/2013 3:16 pm

SIENTO UNA GRAN ALEGRÍA PORQUE, AÚN SIN CONOCERNOS, ME HONRAS CON EL PRIVILEGIO DE TU VISITA, DE TU LECTURA, DE TU ATENCIÓN, DE TU INAPRECIABLE TIEMPO.

SALUDOS SOLIDARIOS E ISTMEÑOS DE

CECILIA


CECILIA