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QUIERO VER, POR DAVID C. RÓBINSON O., PANAMÁ. TEXTO SELECCIONADO POR CECILIA R SALAS. A propósito de la Semana Mayor, un texto para reflexionar y meditar. CECILIA QUIERO VER, POR DAVID C. RÓBINSON O., PANAMÁ. TEXTO SELECCIONADO POR CECILIA R SALAS. Pasaba el Maestro por la vía de la Consolación. Allí, Jericó el ciego acostumbraba pedir limosnas. Obviamente, cualquier paseo del Maestro originaba algarabía o, por lo menos, un intenso susurro de voces y pasos. Eran muchos sus seguidores. El rumor provocó que Jericó preguntara qué ocurría. Le respondieron que el Maestro transitaba por la vecindad; el ciego abandonó sus pocos trastos y las pocas monedas cosechadas del bolsillo de los piadosos y gritó: “¡Maestro! ¡Maestro! ¡Líbrame de la amargura!” Jericó intentaba acercarse al Maestro. Los discípulos le bloqueaban el paso y hasta pretendían hacerlo callar; uno, incluso, le cubrió la boca con la mano, mano a la cual Jericó le hincó los dientes con mucha fuerza. El grito de ¡ay! del discípulo atrevido fue suficiente, para llamar la atención del mentor. Después de escuchar las explicaciones pertinentes, el Maestro preguntó a Jericó: “¿Y cómo puedo librarte de la amargura?” “Enséñame a ver.”, contestó el mendigo. El Maestro sopesó por un instante la petición del ciego, sonrió y aceptó complacerlo. “Quieres ver, entonces verás. Aleja de tu corazón los espejismos, y las sombras huirán de tus ojos.” Dicho y hecho. No bien Jericó había cumplido las indicaciones, cuando la luz inundó sus pupilas. Y Jericó vio. Vio el rostro compasivo del Maestro. Vio las caras sonrientes de los discípulos. Vio sus propias manos y la mano mordida del atrevido que intentó callarlo. Vio las frentes sudorosas y trabajadoras. Vio los ojos colmados de fe de los testigos del milagro. Pero también vio miradas repletas de envidia. Vio cuellos estirados. Vio rostros llenos de desprecio, que parecían preguntarse por qué el Maestro lo complació. Vio cerrarse las manos que antes se extendían colmadas de monedas. Y Jericó vio tantas cosas, que tan sólo pudo preguntar: “¿Y si me arrepiento?” El Maestro no le contestó. CECILIA |
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SIENTO UNA GRAN ALEGRÍA PORQUE, AÚN SIN CONOCERNOS, ME HONRAS CON EL PRIVILEGIO DE TU VISITA, DE TU LECTURA, DE TU ATENCIÓN, DE TU INAPRECIABLE TIEMPO. SALUDOS SOLIDARIOS E ISTMEÑOS DE CECILIA CECILIA
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