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LA LECTURA, POR JUAN SASTURAÍN, ARGENTINA. TEXTO SELECCIONADO Y EDITADO POR CECILIA R SALAS.   LA LECTURA, POR JUAN SASTURAÍN, ARGENTINA. TEXTO SELECCIONADO Y EDITADO POR CECILIA R SALAS. Por más que cambien los soportes, el acto de leer no se puede modificar. Leer requiere de ciertas condiciones que no se parecen a casi ninguna de las actividades que realizamos hoy. Para leer hay que estar solo, en silencio y concentrado, haciendo una sola cosa. Hoy, más allá de ir al baño y dormir, hay muy pocas actividades que cumplen con esas condiciones. En el fondo, hay un equívoco, que es el problema del tiempo. Las cosas pueden ser más rápidas --por los avances de la tecnología--, pero nuestro tiempo personal no se estira, pues nada nos regala más tiempo. Nuestro día tiene 24 horas y la idea de saturar el tiempo, que se supone tenemos que utilizar para consumir y mantenernos, se hace cada vez más estrecha. Ese tiempo de ocio, que cada uno debe regalarse, una sociedad tan mercantilizada como la nuestra lo considera perdido, residual. En ese tiempo suele entrar la literatura. INVITACIÓN DESDE EL PLACER A veces, con todas las nuevas tecnologías y los estímulos que vienen de la pantalla, se divulga con mucha liviandad la idea de que los jóvenes no leen, porque la sociedad lee menos. ¿A qué se debe ello? A que no se dan las condiciones arriba mencionadas. En la época de MADAME BOVARY había más tiempo, pero menos personas letradas. La posibilidad de expansión de la imaginación estaba nada más que en los libros. Hoy, estos compiten con medios mucho más calientes. La pregunta es: ¿si somos lectores habituales, por qué lo somos? Porque nos gusta y encontramos placer en hacerlo, es mi respuesta. Primero leí, porque disfruté de ello, y quise seguir leyendo porque encontré en el ejercicio de la lectura un modo de placer. Hay muchas formas de placer, pero la lectura es, básicamente, un acto placentero. Uno disfruta de la lectura cuando, antes que nada, ésta es fluida. El gusto por la lectura, sin embargo, supone la prexistencia de la capacidad para leer; para tener una actitud de lectura, primero necesitamos saber leer correctamente y haber tenido una formación básica --que nos debe dar el sistema educativo--, para poder leer y escribir con soltura. Ello se constituye en la obligación del sistema educativo estatal: que exista una educación libre y gratuita, que permita el acceso al conocimiento. Después, viene todo lo demás: acceder a lo que está escrito. La invitación a entrar a ese Universo --a veces intimidante---, tiene que ser desde el placer. Porque se dice, por ejemplo, que existen 100 libros que debes leer, antes de morir. Esas ganas de joder… ¡voy a leer lo que quiero! El libro es un invento realmente funcional que ha perdurado durante siglos, al igual que una cuchara, un paraguas o el papel higiénico. Tanto es así, que hoy, en las tecnologías más avanzadas de lectura en pantalla, su mayor mérito es que se parecen al libro en el hecho de que se tiene que emplear el dedo, para pasar las hojas. La tecnología, como siempre sucede, aporta nuevos medios y experiencias, que inicialmente provocan una sensación de rechazo hacia un universo tecnológico que sentimos opresivo o por lo menos amenazante. Pero ello es una mala actitud. Las cosas suceden y, en general, absolutamente irreversibles, en el campo de la tecnología. Hay que ir con los tiempos, aunque no sean los nuestros. Somos saludables dinosaurios portadores de otros genes y otros saberes. CECILIA |
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SIENTO UNA GRAN ALEGRÍA PORQUE, AÚN SIN CONOCERNOS, ME HONRAS CON EL PRIVILEGIO DE TU VISITA, DE TU LECTURA, DE TU ATENCIÓN, DE TU INAPRECIABLE TIEMPO. SALUDOS SOLIDARIOS E ISTMEÑOS DE CECILIA  CECILIA
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