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POTYLDA 110F
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12/20/2014 11:37 am

Last Read:
2/11/2015 9:59 am

CUENTO DAÑO COLATERAL, POR FRANCISCO MORENO MEJÍAS, PANAMÁ. TEXTO SELECCIONADO POR CECILIA R SALAS.





CUENTO DAÑO COLATERAL, POR FRANCISCO MORENO MEJÍAS, PANAMÁ. TEXTO SELECCIONADO POR CECILIA R SALAS.

Nora Woodrow tenía veinte años cuando se casó con un soldado estadounidense acantonado en la Zona del Canal de Panamá, que la llevó a vivir a los E.E.U.U., para luego abandonarla con sus tres hijos pequeños nacidos en territorio norteamericano. Finalmente tuvo que regresar a su Colón natal y crio a sus hijos con miles de sacrificios. Ella no volvió a abandonar su tierra, pero los tres hijos, que eran american citizens, regresaron al Norte. El menor de ellos, David, llevaba cinco años enrolado en el Army.

Uno de los muchos viejos edificios recién condenados de Colón fue el que albergó durante treinta de sus sesenta y seis años de existencia a Nora Woodrow, por lo que tuvo que mudarse a un cuarto de la planta baja de otra casa de madera.

Nora había heredado de sus abuelos barbadenses y jamaicanos la lengua de los gringos y estaba tan acostumbrada a ver en el canal 10 la alerta delta, que le daba la misma importancia que a la alerta cutarra, que en plan chistoso había decretado el incrédulo Noriega. Cada vez que le decían que los gringos querían invadir Panamá para llevarse al dictador, ella contestaba que los gringos sabían muy bien dónde se encontraba éste y que para apresarlo no necesitaban invadir el país.

La noche del 20 de diciembre de 1989, Nora despertó asustada. El silencio nocturno era perforado por innumerables sonidos como truenos, acompañados de ráfagas de golpes secos. Eran los mismos ruidos que se oían en las películas de guerra, que pasaban por la televisión. Encendió la radio y no pudo sintonizar ninguna de las emisoras locales. Solamente pudo escuchar la voz de un locutor de una emisora colombiana que interrumpió la programación, para anunciar: “¡Atención, atención! En estos momentos el ejército de los Estados Unidos de Norteamérica está invadiendo a la República de Panamá.”

Ahora sí tuvo miedo. Pasó la noche en vela, escuchando la radio en la soledad de su cuarto. Durante los días siguientes, las turbas saquearon los almacenes de Colón y los muelles de Cristóbal, y se temía que entraran en las viviendas. Nora podía dormir un poco durante la tarde pero, al caer la noche, el miedo le impedía cerrar los ojos y rezaba para que los gringos llegaran pronto a poner orden.

Cuando el soldado David Buchanan, previamente pertrechado con su equipo bélico de combate se introdujo en un avión militar de carga, ni él ni ninguno de sus compañeros sabían hacia dónde se dirigían. Aterrizaron de noche, pero en el recorrido desde la base de Howard a la de Clayton se percató de que estaba en tierra conocida. Fue entonces cuando les dijeron que su misión consistía en liberar a Panamá de la tiranía del narco-dictador Noriega. Cuando dio inicio la invasión, él permaneció acuartelado, hasta que una noche los organizaron en patrullas, mostrándoles unos planos y les dieron la orden de tomar la ciudad de Colón. Ya en el lugar, y como se sabía que todavía quedaban focos de resistencia, los soldados caminaron en filas silenciosas, amparados por las sombras que proyectaban las paredes de las casas, con las armas dispuestas para repeler cualquier agresión.

Buchanan era el segundo de la fila. Detrás de él iba un muchacho de Montana, amigo suyo. Avanzaron a lo largo de la avenida Meléndez, hasta la esquina del parque Sucre y allí doblaron por la izquierda, para unirse con otras dos patrullas que debían esperarlos a la hora prevista, en la avenida Central. Cuando transitaban por calle 7, se escuchó un disparo. Buchanan se volteó rápidamente y pudo observar que el muchacho de Montana había caído sobre el pavimento. Impulsado por el miedo de no conocer la posición del francotirador, Buchanan apretó instintivamente el gatillo de su M-16 y lanzó hacia la otra acera una ráfaga de disparos. El muchacho de Montana se levantó de un salto, mientras les aclaraba que se había tropezado, y que al caer se le había disparado el arma. El soldado a cargo de la radio comunicó el incidente y la patrulla siguió su camino en medio del silencio de la noche, sin que mediase ningún otro altercado.

La operación fue todo un éxito para los invasores. El dictador fue apresado, el ejército y los paramilitares panameños fueron desarticulados y sus oficiales puestos presos. A un costo de una considerable cifra no determinada aún – quizá miles--, de inocentes ciudadanos panameños, víctimas mortales de la invasión, el país fue liberado y entregado a las autoridades civiles electas, no reconocidas en su momento por la dictadura. Finalmente, innumerables batallones de infantería que habían intervenido en la operación fueron regresados a territorio de los Estados Unidos.

El día siguiente de su arribo a su base, al soldado David Buchanan se le notificó que se comunicara urgentemente con Richard, el mayor de sus dos hermanos. Éste le dijo que su madre había muerto, pero que no había podido localizarlo antes, porque le informaron que se encontraba en el extranjero, participando en una misión secreta. Con lágrimas en los ojos, David le respondió a Richard que había pensado visitarla la pasada Navidad, para convencerla de que se viniera a vivir con él, pero que no pudo porque lo habían enviado a Panamá, para participar en la denominada Just Cause. Cuando le preguntó a su hermano si su mamá había muerto como consecuencia de su dolencia cardíaca o por otra enfermedad, Richard le explicó que su madre se había mudado una semana antes de la invasión a un cuarto ubicado en calle 7 y que, encontrándose dentro de su casa la noche que los soldados entraron en Colón, a algún hijo de puta GI se le ocurrió disparar sin motivo contra la casa de vecindad, por lo que una bala que atravesó las maderas del viejo edificio le perforó la cabeza a la anciana, causándole una muerte instantánea.

Una de las telefonista de la base llamó muy alterada a los MP de seguridad, para informarles que desde un locutorio había salido un soldado enloquecido y llorando a gritos, mientras se arrancaba a pedazos el uniforme militar…




CECILIA


POTYLDA 110F
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12/30/2014 12:23 pm

    Quoting  :



Así es, mi estimada call_aditaEver . Feliz Año Nuevo.



CECILIA


POTYLDA 110F
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12/20/2014 11:38 am



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CECILIA




CECILIA