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POTYLDA 110F
2178 posts
6/17/2015 8:51 pm

Last Read:
6/17/2015 8:52 pm

LOS CUENTACUENTOS ANÓNIMOS ME ENSEÑARON LO QUE SÉ, POR EDUARDO GALEANO, URUGUAY. TEXTO SELECCIONADO





LOS CUENTACUENTOS ANÓNIMOS ME ENSEÑARON LO QUE SÉ, POR EDUARDO GALEANO, URUGUAY. TEXTO SELECCIONADO POR CECILIA R SALAS

No tuve la suerte de conocer a SHEREZADE. No aprendí el arte de narrar en los palacios de BAGDAD. Mis universidades fueron los viejos cafés de MONTEVIDEO. Los cuentacuentos anónimos me enseñaron lo que sé. En la poca enseñanza formal que tuve –porque no pasé de primero de Liceo– fui un pésimo estudiante de historia. Y en los cafés descubrí que el pasado era presente. Y que la memoria podía ser contada de tal manera, que dejará de ser ayer para convertirse en ahora.

No recuerdo la cara ni el nombre de mi primer profesor. Fue cualquier parroquiano de esos que todavía se reúnen en los pocos cafés que quedan, para evocar los tiempos en que había tiempo para perder el tiempo. Él contó una historia ahí, en la rueda de amigos donde yo estaba de colado. Era muy chiquilín, muy jovencito. Era una historia de 1904 –por la edad se veía que él no había nacido en aquel entonces–, pero la contaba como si hubiera estado allí.

Fue mi primera lección: el arte es una mentira que dice la verdad. Y escuchando aprendí que se puede contar lo que pasó, de tal manera que vuelva a ocurrir cuando uno lo cuenta y que pueda uno escuchar ese remoto trueno de los cascos de los caballos y que pueda uno ver las huellas sobre la arena, aunque el suelo sea de baldosas o de madera.

Y aquel hombre para decir la verdad mintió que él había recorrido las praderas ensangrentadas después de una batalla y había visto los muertos. Y uno de los muertos dijo: “Era un ángel, un muchacho bellísimo con la bincha blanca, roja de sangre y la bincha decía: Por la patria y por ella. Y la bala había entrado en la palabra ella."

He aquí un segundo relato sobre mi primer desafío en el arte de narrar. El pueblo boliviano de LLALLAGUA vivía de las minas y la mina devoraba a sus hijos metidos en los socavones, las tripas de las montañas. Los mineros perseguían las vetas de estaño y, en esa cacería, en pocos años perdían los pulmones y la vida. Yo había pasado un tiempito ahí, me había hecho algunos amigos y había llegado la hora de partir.

Estuvimos toda la noche bebiendo, los mineros y yo, cantando tristezas y contando chistes, a cual más malo. Cuando ya estábamos cerca del amanecer, cuando poco faltaba para que el chillido de la sirena los llamara al trabajo, mis amigos callaron todos a la vez y alguno preguntó, pidió, mandó: “Y ahora, hermanito, dinos cómo es la mar.” Yo me quedé mudo, pero insistían: “Cuéntanos, cuéntanos cómo es la mar.”

Ninguno de ellos iría a verla. Todos iban a morir temprano. Y yo no tenía más remedio que traerles la mar. La mar que estaba lejísimo y yo tuve que encontrar palabras que fueran capaces de mojarlos.




CECILIA


POTYLDA 110F
2043 posts
6/17/2015 8:52 pm



A todo aquél que visita mi sitio le doy las gracias, pues aún sin conocernos, me honra con el privilegio de su lectura, de su atención y de su inapreciable tiempo.

Los invito afectuosamente a que enriquezcan mis notas con sus comentarios y a que continúen visitando mi espacio, que es también el suyo, lugar en donde siempre serán bienvenidos.

Saludos solidarios e istmeños de

CECILIA




CECILIA