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EL MÓVIL Y LA PESADILLA, POR ÁNGELES CASO, ESPAÑA. TEXTO SELECCIONADO Y EDITADO POR CECILIA R SALAS   EL MÓVIL Y LA PESADILLA, POR ÁNGELES CASO, ESPAÑA. TEXTO SELECCIONADO Y EDITADO POR CECILIA R SALAS No saben cómo añoro los ya lejanos tiempos en los que un MÓVIL era tan sólo un teléfono portátil que podías activar cuando lo necesitabas, PARA HACER O RECIBIR LLAMADAS. Un invento extraordinario, que nos facilitó enormemente la vida a quienes, por las razones que fuesen, no parábamos en casa. Un fantástico aparato al que yo, en su momento, me apunté de inmediato. Con el paso de los años, esa maquinita monísima se ha ido convirtiendo en un chisme antipático, invasor y peligroso para nuestra salud mental. Ya sé que parezco una de esas ancianas que recuerdan con nostalgia los tiempos en que se bailaba agarrados, en lugar de desmelenarnos como salvajes en las discotecas, pero lo cierto es que el dichoso SMARTPHONE, el teléfono supuestamente inteligente, ya hace tiempo que me tiene harta, con tantas tontunas añadidas a su utilidad básica. Durante las últimas Navidades, a mi móvil le dio por estropearse. Mientras me lo arreglaban, anduve cinco días con una vieja pieza arqueológica que no contaba con el famoso sistema de mensajería WHATSAPP. Incauta de mí, durante esas jornadas me sentí como una persona nueva, liberada y feliz, hasta que recuperé el trasto inteligente y descubrí, horrorizada, que me esperaban casi 300 mensajes sin contestar. Como además todos mis contactos desaparecieron -- supuestamente deben estar en algún lugar del éter, quizá flotando entre los arcángeles y las potestades --, en el tiempo que ha transcurrido desde entonces, no he podido enterarme de cuáles personas me felicitaron por el Año Nuevo, cuántas me preguntaron qué tal estaba o me mandaron alguna tontería. ¡Ay!, HERMES, HERMES, clamo al dios olímpico de los mensajero. ¿Qué nos ha pasado? ¿En qué nos hemos convertido, en tan sólo unos años? Somos seres pegados a un chisme, al que dedicamos las mejores horas de nuestras cortas vidas, haciéndonos fotos de nuestra inanidad, comunicando y recibiendo incesantemente toda clase de banalidades y asomándonos a las inciertas ventanas de la VERDAD, comportamientos sin los cuales nuestras existencias parecen no tener sentido. Un poco de todo eso estuvo bien, pero el exceso del uso del móvil ha terminado por convertirlo en una pesadilla a la que no le veo solución. ¿Cómo vamos a desenchufarnos de ese entramado? ¿Cuándo volveremos a quedarnos en silencio, contemplando simplemente, igual que los sabios del pasado, cómo crece la hierba?    CECILIA |
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