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LA MUÑECA VIAJERA, POR CESAR AIRA, ESPAÑA. TEXTO SELECCIONADO Y EDITADO POR CECILIA R SALAS LA MUÑECA VIAJERA, POR CESAR AIRA, ESPAÑA. TEXTO SELECCIONADO Y EDITADO POR CECILIA R SALAS En 1923, viviendo en BERLÍN, KAFKA solía ir a un parque, el STEGLITZ, que todavía existe. Un día encontró a una niñita llorando, porque había perdido su muñeca. KAFKA inventó al instante para la triste niña una historia: la muñeca no estaba perdida, sólo se había ido de viaje, para conocer mundo. También le dijo que le había escrito una carta, que él tenía en su casa y le traería al día siguiente. Y así fue: esa noche se dedicó a escribir la carta, con toda seriedad. DORA DIAMANT, su última mujer, cuenta la historia así, cito: "Entró en el mismo estado de tensión nerviosa que lo poseía cada vez que se sentaba a su escritorio, así fuera para escribir una carta o una postal". Al día siguiente la niña lo esperaba en el parque, y la "correspondencia" prosiguió, a razón de una carta por día, durante tres semanas. La muñeca nunca se olvidaba de enviarle su amor a la niña, a la que recordaba y extrañaba, pero sus aventuras en el extranjero la retenían lejos, y con la aceleración propia del mundo de la fantasía, estas aventuras derivaron en noviazgo, compromiso, y al fin matrimonio e hijos, con lo que el regreso se aplazaba indefinidamente. Finalmente, un día KAFKA le entregó a la niña una muñeca que había comprado, diciéndole que ésta había regresado a BERLÍN. ′′ No se parece en absoluto a mi muñeca ", dijo la niña. KAFKA le entregó otra carta en la que la muñeca escribía: ′′ Mis viajes me cambiaron." La niña besó a la nueva muñeca y, feliz, la llevó consigo a casa. Un año después, KAFKA murió. Se dice que varios años después, la niña, ya adulta, encontró una pequeña carta firmada por KAFKA, en la que éste había escrito: "Todo lo que amas probablemente se perderá pero, al final, el amor volverá de otra manera. En la sustitución está el misterio de tanta belleza”. Privilegiada niñita berlinesa, única lectora del libro más hermoso de KAFKA!!. Me han contado, y quiero creer que es cierto, que el gran estudioso de KAFKA, KLAUS WAGENBACH, buscó durante años a esa niña, interrogó a vecinos del parque, revisó el catastro de la zona y puso avisos en los diarios, pero todo fue en vano. Hasta el día de hoy visita periódicamente el PARQUE STEGLITZ, examina a las señoras mayores que llevan a jugar a sus nietos... La antigua niña ya debe rondar los noventa años de edad, y es difícil que la encuentre. Pero el esfuerzo vale la pena. Esas cartas de la muñeca lo tienen todo para hacer soñar, no sólo a un editor como KLAUS WAGENBACH.(… Uno tiende a sonreír frente al llanto de los niños, porque sus dramas nos parecen menores y fáciles de solucionar. Para ellos, no lo es. Y hacer el esfuerzo de entrar en las relatividades de su mundo se equivale con el trabajo de entrar al mundo de un artista, donde todo es signo. El contrato de una niña con su muñeca es un contrato semiótico, una creación de sentido, sostenida en la tensión del verosímil y la fantasía. De ahí que la anécdota no sea casual: KAFKA fue el más grande descubridor de signos en la vida moderna. REINER STACH señala con mucha pertinencia, en su biografía del escritor checo, que para el artista no se trata sólo de saber observar, sino que es preciso descubrir los signos ocultos en lo que se observa. La elogiada precisión quirúrgica de la mirada de KAFKA se hacía escritura, en la transmutación de lo visible en signo. La desaparición del libro de las cartas de la muñeca, por mucho que la lamentemos, deberíamos verla como un signo positivo. Es el elemento que, por su ausencia, da sentido al resto de la obra, que es una saga de desapariciones, cuya presencia en forma de relatos, de escritura, tiene por función cerrar la herida de la pérdida. Por poco que lo pensemos, esta función fue la que dio origen a los cuentos que se le contaban a los niños, para enseñarles a temer el mundo y, al mismo tiempo, para que aprendieran que el mundo había existido antes que ellos, y seguiría existiendo sin ellos. Fue esta función terapéutico didáctica la que realizó la obra de KAFKA y, por eso, con él se cerró el ciclo histórico de la literatura infantil. Sus cuentos de hadas hicieron anacrónicos todos los demás, y el siglo XX, por causa de él, no tuvo a su PERRAULT, ANDERSEN, ni a su DICKENS. Pero lo tuvo a KAFKA, y es suficiente… CECILIA |
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