Close Please enter your Username and Password
Reset Password
If you've forgotten your password, you can enter your email address below. An email will then be sent with a link to set up a new password.
Cancel
Reset Link Sent
Password reset link sent to
Check your email and enter the confirmation code:
Don't see the email?
  • Resend Confirmation Link
  • Start Over
Close
If you have any questions, please contact Customer Service


POTYLDA 110F
2178 posts
10/9/2022 8:30 am

Last Read:
10/9/2022 8:55 pm

LA EDUCACIÓN SENTIMENTAL, POR LEONARDO PADURA, CUBA. TEXTO SELECCIONADO POR CECILIA R SALAS





CECILIA ✍️✍️✍️✍️✍️



LA EDUCACIÓN SENTIMENTAL, POR LEONARDO PADURA, CUBA. TEXTO SELECCIONADO POR CECILIA R SALAS

Hoy los golpes vienen desde la calle del fondo. Ayer provenían de la casa de al lado y el fin de semana fue desde algún punto indeterminado de la esquina.
como el calor de este verano: ubicuos y, lo peor, persistentes.

Desde hace dos años mi barrio, como casi todos los barrios de La Habana y de buena parte del mundo hispano, viven con la pauta rítmica de esos golpes y con unas voces que, en ocasiones, se escuchan y otras no, y de las que he podido entresacar que hablan de una “pobre diabla”, quien clama por un hombre que no vale un centavo o de otra, para nada pobre diabla, a la cual le encanta la gasolina y a la que mejor es darle más gasolina.

Se trata, de más está decirlo, de la fiebre del reguetón, que muchos pensamos sería efímera, como tantas otras furias juveniles y adolescentes pero que, esta vez, ha demostrado contar con una temible capacidad de resistencia.

Desde que comenzó esta invasión del espacio sonoro, he tratado de imponerme a mis gustos ya asentados, a mis años y a mis prejuicios; de abrirme mentalmente a las exigencias de la evolución social y al entendimiento del espíritu iconoclasta y rebelde que debe caracterizar a los jóvenes, sobre todo cuando su iconoclastia y rebeldía tienen pocos márgenes para manifestarse.

He hecho mi mayor esfuerzo por no resultar retrógrado y obligarme a entender que el reguetón es una expresión de los modos de pensar de los jóvenes de hoy, hijos de una globalización en donde no tiene demasiado mercado la inteligencia; de unos jóvenes llegados al mundo sin muchos de los rezagos que debimos matar nosotros y para los que el sexo ha dejado de ser tabú, y lo practican y disfrutan con tanta fruición verbal y coreográfica, tanto en un «perreo» reguetonero, como físicamente en una cama, o en una escalera oscura.

Tengo cincuenta años y soy un recordador, que vive de su memoria y de otras memorias, y cuando me invade el impulso de rechazar el ritmo agresivo del reguetón, me impongo recordar que treinta y cinco años atrás, a mis contemporáneos y a mí se nos criticó y acusó de estar «penetrado ideológicamente por el imperialismo» y otras lindezas por el estilo, porque nos gustaba bailar con las canciones de los Beatles, de los Rollings y Led Zeppelin, y escucharlas, incluso, sin entender apenas qué decían sus letras.

En realidad, no nos importaba demasiado sobre qué trataban, pero sí sabíamos que estaban dirigidas hacia nosotros y, aún sin comprender su mensaje, captábamos su sentido y repetíamos «All you need is love».

Cada generación ha tenido sus íconos artísticos y seudoartísticos, mismos que a las generaciones concomitantes siempre les ha sido difícil aceptar y, más aún, entender.

A los de mi edad, que a un joven de la década de 1950 le haya gustado escuchar cantar a Pedrito Rico La perrita pequinesa nos puede parecer tan absurdo, como constatar que a un adolescente de hoy le fascine oir al reguetonero Don Omar interpretar Gata gángster (con los tiempos, cambian los animales, y también sus atributos).

Igual les debió ocurrir a nuestros padres, cuando nos oyeron repetir «Fool on the hill» y les ocurre actualmente a los jóvenes de hoy, cuando observan que nos estremece- mos con «I’ve got you under my skin».

Es la lógica del cambio generacional, del relevo de los gustos, de las modas de cada época.

El reguetón expresa, pues, una forma de ver el mundo y, como tal, hay que aceptarlo, incluso cuando se refiere a una diabla que se pone en cuatro --ya se sabe para qué --, y practica la chupada del pirulí y otras piruetas directamente sexuales.

Su simplicidad rítmica -- y no se me acuse de estar fuera de onda; para ello, léase una partitura del género, si es que existen –, la elementalidad y por momentos sordidez de sus textos (tampoco se me puede catalogar de puritano, pues tan solo hay que oír el reguetón que habla del culito, ¿de la diabla o de la gata? ), un reflejo de la simplicidad, elementalidad y sordidez de los días que corren.

El reguetón no surgió de la nada, ni se ha impuesto en el gusto masivo de los adolescentes y jóvenes por arte de magia, sino que es una emanación de estos tiempos, capaz de ofrecerles algo que ellos necesitan, casi se diría que exigen. Estos los hechos, y oponerse a aceptarlos se constituye en una postura retrógrada.

Lo que me duele del reguetón y sus letras no es tanto lo que provocan entre sus consumidores sino y, sobre todo, lo que dejarán en ellos como sedimento cultural, sensorial y afectivo; como sustancia para la evocación, cuando los tiempos de hoy se conviertan en los de ayer.

Esta certeza me asaltó hace unos días cuando, movido no sé por qué resorte de la nostalgia, coloqué en mi grabadora ese objeto del pasado que es el casete y, mientras hacía los ejercicios que exige mi maltrecha espalda, escuché las viejas canciones de Siembra, el resultado milagroso del encuentro entre Rubén Blades y Willie Colón, cuando grabaron el disco que es, según lo calificó un amigo, «el Abbey Road de la salsa».

Mientras disfrutaba de aquellas letras con las cuales Rubén nos habla de la identidad hispana, de sus sueños y frustraciones, así como de la tragedia del pobre Pedro Navaja, y Willie le pone un ritmo pegajoso que aún no ha perdido su carácter aglutinador, recordé que esa fue la música que bailábamos y cantábamos durante los años 70, con los Beatles ya instalados en la memoria, y cuando, para enamorar a mi propia Lucía, tenía a mano la letra de «Lucía», de Serrat, y en lugar de decirle “pobre diabla” le cantaba – es un decir--, que «no hay nada más bello que lo que nunca he tenido, ni nada más amado, que lo que perdí, perdóname sí…». ¡Por Dios, coño!

En ese momento, tirado en el suelo y controlando el júbilo de mi espalda, me sentí privilegiado por haber tenido la educación sentimental que me regaló mi tiempo, en un barrio tan lleno de carencias, en donde había una sola grabadora de casetes; tan pleno de represiones y censuras gratuitas (primero la de Los Beatles y compañía, luego la de esos mismos salseros, acusados de robarse la música cubana) y de agresiones seudoculturales, como las de José Feliciano y sus canciones carcelarias, entre otros tantos horrores olvidados.

Me sentí satisfecho, porque en lugar de a Paulo Coelho o Dan Brown, pudimos leer a García Márquez, a Vargas Llosa y a Antonio Machado --por culpa de Serrat -- y, en vez de fanatizarnos con Shakira o con Paulina Rubio, tuvimos el privilegio de oír a Ana Belén y a Tina Turner, desde que cantaba con Ike, «Proud Mary».

La memoria, ya se sabe, es selectiva, tanto para los buenos como para los malos recuerdos. Su alimento, no obstante, suele ser sólo uno: la realidad vivida, los placeres y dolores consumidos y las experiencias que nos han tocado.

No me queda más remedio, entonces, que sentir un poco de pena por la generación del reguetón ya que, aún teniendo acceso a tanta información, incluida la cultural, la misma está creando sus futuras nostalgias con las canciones de Daddy Yankee y Don Omar, con el baile del perreo y los videoclips de Shakira.

Dicha generación, nunca entenderá por completo que el mundo alguna vez se dividió entre los fans de Lennon y los de McCartney; que un poeta de la generación española del 98 escribiera las mejores letras de canciones, como jamás serán escritas, y que unos locos en Nueva York se propusieran hacer salsa con conciencia, para buscar América, logrando que otro loco, en Santo Domingo, se pusiera a clamar, a ritmo de merengue, que “llueva café”.








CECILIA


POTYLDA 110F
2043 posts
10/9/2022 8:34 am




Muchas gracias a todos
los lectores que
visitan mi Blog,
honrándome con el privilegio de su
atención e
inapreciable tiempo.

Aprovecho la oportunidad para
desearles a todos que logren ser felices siempre, sea cual sea la realidad que les toque vivir,
invitándoles, como siempre, a que
continúen visitando mi espacio, que es
también el suyo, lugar en donde
siempre serán cordial y
afectuosamente bienvenidos.

Saludos solidarios e istmeños de

CECILIA







CECILIA