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POTYLDA 110F
2178 posts
10/11/2022 12:52 pm

Last Read:
10/11/2022 1:19 pm

EL REFUGIO DE LA RELECTURA, POR LEONARDO PADURA, CUBA. TEXTO SELECCIONADO POR CECILIA R SALAS.





CECILIA ✍️✍️✍️✍️✍️



EL REFUGIO DE LA RELECTURA, POR LEONARDO PADURA, CUBA. TEXTO SELECCIONADO POR CECILIA R SALAS.

Hace unos ocho, diez años, con ese retraso, a veces benéfico pues suele asentar las cosas y, empecinadamente, colocarlas en su sitio -- o al menos, despojarlas de las efímeras alharacas de la moda y las coyunturas --, descubrí la literatura de PAUL AUSTER.

El primero de sus libros que cayó en mis manos fue la famosa TRILOGÍA DE NUEVA YORK, y recuerdo haber sentido el estremecimiento profundo que le provoca a un lector el encuentro con un escritor que se ha anticipado a la posibilidad de elaborar y plasmar obsesiones comunes.

Como cuenta uno de los personajes de SALINGER, me dominó entonces el deseo de poder marcar un número de teléfono para hablar con mi amigo PAUL y simplemente decirle que su literatura no sólo me resultaba maravillosa y reveladora, sino que me parecía tan cercana como para sentir que también era mía.

En los meses siguientes, fui devorando otras historias de este escritor y, en los años posteriores, las he releído con una pasión más asentada, pero sin perder la emoción de los primeros encuentros.

Había en aquellos libros (CIUDAD DE CRISTAL, EL PAÍS DE LAS ÚLTIMAS COSAS, MR. VÉRTIGO y BROOKLYN FOLLIES) una «densidad» literaria y humana capaces de comunicarme lo que más le exijo a la literatura: la facultad de enfrentarme a los misterios que anidan en el alma de todos los seres humanos.

Si evoco el hallazgo revelador de PAUL AUSTER y su literatura, es porque la relectura de sus libros me colocó ante una realidad de la cual, hasta entonces, sólo tenía una vaga conciencia: que desde hacía varios años prefería releer a determinados autores, antes que lanzarme en busca de otros nuevos.

Pienso que varios factores funcionaron como catalizadores de esa preferencia y que uno de ellos, por supuesto, consiste en los años que uno va acumulando, los que, tristemente, nos cargan de un cierto conservadurismo, por fortuna inofensivo para el prójimo, cuando se trata de lecturas literarias, pero que es tan dañino cuando se refleja en otras manifestaciones de la vida y de los oficios como, por ejemplo, la política.

Recuerdo que, en su momento, PAUL AUSTER tuvo la capacidad de devolverme aquella exaltada emoción que, veinte años antes, en pleno apogeo de mi voracidad literaria --coincidente con el llamado boom de la novela latinoamericana -- , me había provocado la lectura de GARCÍA MÁRQUEZ, VARGAS LLOSA, CARPENTIER, CORTÁZAR, RULFO y CABRERA INFANTE, a los que luego se sumarían el BRYCE ECHENIQUE, de UN MUNDO PARA JULIUS y el FERNANDO DEL PASO, del maravilloso PALINURO DE MÉXICO.

Ellos, junto con mis admirados novelistas norteamericanos – desde HEMINGWAY, FITZGERALD, SALINGER y UPDIKE, pasando, claro está, por HAMMETT y CHANDLER --, formaron un sólido pelotón de preferencias, en el que resultaba difícil colocar una nueva cuña (VÁZQUEZ MONTALBÁN y MILAN KUNDERA) que, si lograba entrar, pasaba a convertirse en parte del equipo de escritores leídos y vueltos a leer, con la misma fruición con que se devoran los platos fijados por nuestro paladar, en el gusto más recurrido.

Si la lectura de un libro recién editado tiene el sabor aventurero del encuentro con lo desconocido, el regreso a los ya leídos aporta la seguridad de recorrer un terreno transitado en el cual, si bien quedan sorpresas por descubrir -- todos los grandes libros revelan sus recónditos misterios luego de muchas lecturas, o nunca llegan a revelarlos del todo --, nos mueve la seguridad un poco cobarde de la certeza de un arribo a puertos que sabemos seguros.

Pero, sobre todo, volver a esos viejos conocidos nos cura en salud de las decepciones que, por los ecos del mercado y la propaganda, en ocasiones nos arrojan en brazos de lecturas que nos hacen lamentar las noches invertidas en sus páginas, cuando bien sabemos que los años de nuestras vidas ínfimos para leer todo lo bueno e imprescindible escrito por nuestros congéneres.

Quizás la más desagradable de esas sensaciones la tuve mientras leía EL CÓDIGO DA VINCI, convencido de que, al menos para opinar en su contra, debía pasarme sus seiscientas páginas entre pecho y espalda.

Como mi juicio no afectará en nada la popularidad y la economía de DAN BROWN, puedo escribir sin sentimientos de culpa que, en muchos años, no había leído algo tan lamentablemente escrito, mal urdido y artísticamente falso.

Lo preocupante era cómo algo, a todas luces tan artísticamente endeble, había logrado convertirse en el «libro del momento”, (un momento que parecía interminable, mientras las cifras de cientos de miles pasaban a las de millones de ejemplares vendidos), y hasta había creado una moda que me llenó de espanto cuando, ante el escaparate de una librería española, encontré que de los quince o veinte títulos expuestos para que se fijaran en la retina del presunto comprador, la casi totalidad de ellos se refería a historias de ángeles y demonios, de templarios, sociedades secretas, mantos divinos y aventuras evangélica, con María Magdalena a la cabeza del nuevo star system del negocio editorial, con DAN BROWN -- sobre quien se publicaba también una biografía “no autorizada”--, a la derecha.

La tonta provocación a lo establecido urdida por DAN BROWN resulta tan inocua y falaz, que la industria pudo asumirla alegremente y convertirla en un negocio en el cual participaban diversos componentes mercantiles, pero del que queda al margen (más allá del margen) lo que siempre debiera estar en la proa: la literatura.

Recuerdo cuánta alegría me provocó, hace unos meses, cuando mi casi sobrina Ámbar, luego de escucharme hablar con entusiasmo de mi encuentro de adolescente con EL CONDE DE MONTECRISTO, le pidió a su padre que le buscara un ejemplar del clásico de DUMAS y comenzó a leerlo.

Ámbar, que a sus diez años es una lectora voraz y compulsiva, por aquellos momentos vivía un ardiente romance con HARRY POTTER
, cuyas aventuras ya había devorado de cabo a rabo.

Unos días después, un tanto apenada de sí misma, en un susurro ÁMBAR me confesó (nadie debía oírla), que le había gustado más que HARRY POTTER y su mundo mágico.

¿Había logrado la literatura imponerse al empuje de la más demoledora y aceitada propaganda editorial? ¿La verdadera literatura será capaz de vencer, en tan desigual combate, a los ángeles, demonios y profetas de la autoayuda?

El mercado editorial de hoy, superpoblado de novedades, capaz de publicar tantos libros, que muchos de ellos ni siquiera llegan al más discreto rincón de las librerías, ha tenido que valerse de los más disímiles recursos, para garantizar su supervivencia y, como en otras ramas mercantiles, ha debido ofrecer «libros a la medida», fabricados con componentes precisos, capaces de cumplir su rol de literatura para llevar y botar pero, ante todo, para vender y, de paso, para alentar los deseos de evasión del lector.

Las campañas de prensa, los premios amañados y concedidos de antemano, las celebridades mediáticas convertidas en (dicen) escritores, la explotación de lo religioso, lo sexual, lo políticamente escandaloso o lo falsamente espiritual, se imponen como preferencias de los lectores, mientras que la verdadera literatura se siente arrinconada, ante una agresividad hasta hace poco desconocida.

Sería sencillamente estúpido afirmar que ayer se escribía mejor que hoy. Ejemplos --no citaré ninguno --, pueden demostrarnos que ayer se escribió muy mal, y que todavía hoy se escribe muy bien.

Es tan solo que la mala literatura del pasado es parte del pasado y del olvido, y la buena está asentada en la memoria cultural que nos acompaña hasta hoy.

No obstante, la mala literatura del presente, aun cuando también esté condenada al olvido, cuenta con una maquinaria publicitaria de una potencia inusitada y, lamentablemente, convence a una parte notable de esa cada vez más exigua cantidad de lectores que existe en el mundo.

Por eso, ante la duda de si tras una bella portada se esconde un gato o vive una liebre, prefiero esperar a que el tiempo asiente los lodos, para ver nacer del detritus del mercado esas flores que siempre brotarán.

Mientras tanto, tengo en mi librero suficientes pertrechos de relecturas, para resistir durante varias temporadas.








CECILIA


POTYLDA 110F
2043 posts
10/11/2022 1:19 pm




Muchas gracias a todos
los lectores que
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honrándome con el privilegio de su
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inapreciable tiempo.

Aprovecho la oportunidad para
desearles a todos que logren ser felices siempre, sea cual sea la realidad que les toque vivir,
invitándoles, como siempre, a que
continúen visitando mi espacio, que es
también el suyo, lugar en donde
siempre serán cordial y
afectuosamente bienvenidos.

Saludos solidarios e istmeños de

CECILIA







CECILIA