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EL POLVO Y LA RESOLANA, POR SERGIO J. MONREAL, MÉXICO. TEXTO SELECCIONADO POR CECILIA R SALAS  CECILIA ✍️✍️✍️✍️✍️  EL POLVO Y LA RESOLANA, POR SERGIO J. MONREAL, MÉXICO. TEXTO SELECCIONADO POR CECILIA R SALAS Tarde o temprano todos comenzamos a asistir al deterioro, al derrumbe y a la sustitución de los paisajes urbanos que nos permitieron una vez sentirnos ruta, travesía y verificable coordenada. En el fondo, semejantes deterioros, derrumbes y sustituciones están sobreviniendo todo el tiempo. la sustancia misma conque las ciudades y las gentes confeccionan su cotidiano existir. Constituyen la norma y no la excepción, en la irreversible trama de la vida y de la muerte. Pero hay, sin duda, un momento donde nuestra sensibilidad y nuestra atención ante dicho fenómeno se hacen más acusadas, más agudas, más perentorias. Nos mentimos al pensar que hubo una vez cuando los paisajes atinaron a detenerse y a sugerirnos que éramos perdurables, a través de ellos. Al cerciorarnos del engaño, una certidumbre de intemperie, un impacto y vértigo brutal se enseñorea de nuestra mirada. Lo que habitamos, lo que nos permitió habitar, lo que nos posibilitó creernos habitables se diluye entonces ante nosotros, sin pausa, anunciando implacable nuestra propia disolución. No hay, sin embargo, ojo sin trampa. Y si el derrumbe al que asistimos no conoce la pausa, hay que decir que, en igual medida, no conoce tampoco la prisa. El extravío de nuestras amadas prendas referenciales de antaño nunca resulta radical, ni definitivo, ni súbito. Sobreviene mediante una suma de demorados plazos, que mañana otros, llegado su turno -- iguales y distintos a nosotros --, jugarán a evocar quietud. Acaso sea esto lo más doloroso: asistir con impotente entendimiento a la erosión y comprender, sólo demasiado tarde, que la erosión siempre estuvo ahí. Cuando yo era niño, ya mis abuelas añoraban el mapa de su propio pasado: los quicios de puertas para entonces imposibles de trasponer, el tono preciso de una resolana irrepetible, sobre paredes que hacía mucho se habían venido abajo. Yo me embobaba mirando el polvo que ascendía a través de mi propio plazo de infantil resolana, incapaz de entender que dicho polvo era el último vestigio de aquellos muros perdidos, de aquellas niñas extraviadas. Hoy, ya no busco el polvo en medio de la luz. Hoy más bien me afano en rescatar un poquito de luz, en medio del polvo y del escombro. CECILIA |
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Muchas gracias a todos los lectores que visitan mi Blog, honrándome con el privilegio de su atención e inapreciable tiempo. Aprovecho la oportunidad para desearles a todos que logren ser felices siempre, sea cual sea la realidad que les toque vivir, invitándoles, como siempre, a que continúen visitando mi espacio, que es también el suyo, lugar en donde siempre serán cordial y afectuosamente bienvenidos. Saludos solidarios e istmeños de CECILIA  CECILIA
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