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topoyeyo 116M
574 posts
9/28/2015 5:46 pm
Amor anónimo.



La lluvia caía lenta pero intensamente sobre el caserío, formando aureolas caprichosas en cada farolas que iluminaban las calles. El Bus parecía un fantasma que asomaba en la nebulosa húmeda y se acercaba lentamente hasta la parada. El levantó su brazo en modo mecánico, y como un autómata, en señal para que se detenga, a lo que el enorme armatoste metálico, obedeció con docilidad, y en un suave gemido se detuvo a su lado.
Subió los tres escalones para ascender y penetrar en el interior donde el conductor lo esperaba con una mueca en los labios que asemejaba una sonrisa, tal vez compadeciéndose o tal ves maldiciendo interiormente el tener que trabajar en un día tan condenadamente lluvioso.

Con los dos billetes en la mano pagó el tiquet del viaje y saludó amablemente al conductor mientras miraba hacía el fondo, como buscando algo que sabía no encontraría.
Eligió el asiento mas cerca del fondo y cercano a la puerta trasera de descenso, se acomodó el abrigo y los auriculares hasta acurrucarse en el, y tomó su teléfono móvil para sintonizar la estación de radio que día a día escuchaba, como en un ritual tenaz.
El sabía que era un día mas de tantos pero que al fin en algún momento, el Bus se detendría como sucedió …y por la puerta delantera ascendió ella, como ignorando el frío y la lluvia, con su abrigo de color beige, solapas levantadas y dejando entrever sobre su espalda su largo cabello lacio, color castaño claro, con el Jean ajustado en sus delgadas piernas y de zapatos marrones tan particularmente pequeños que al mirarla detenidamente desde arriba hacia abajo, llamaban la atención el contraste de sus pequeños pies con el de su gran estatura.
Ella pagó su tiquet y con absoluto desdén e indiferencia, casi sin mirar, se dirigió hacia el fondo hacia donde el estaba como cada día de los varios años que esto sucedía, se acercó hacia el asiento de adelante y se sumergió en el hasta casi desaparecer.
El solo observaba, ese era el momento que mas disfrutaba, de sus viajes diarios.
Ella con movimientos decididos se acicalaba el cabello acomodándolo primero en una gran mecha de suave seda para luego liberarlo sobre su abrigo en una catarata suave y amplia en su espalda, para lo cual ella curvaba su espalda sobre el asiento y luego la aplastaba. Luego de ello sacaba sus auriculares y colocaba suavemente uno en cada oído, El no perdía ni un segundo de contemplarla, sus orejitas redondeadas y blancas eran parte de ese paisaje tan bello que conformaba su rostro de ángel, sus ojos, alargados y pequeños, a cada lado de su nariz perfecta, sus mejillas donde en combinación con sus labios de contornos delgados hacían de ella el mas bello cuadro pintado por Dios,
Cada vez, cada día que esto sucedía El sentía sentimientos extraños a los cuales no estaba acostumbrado, el sentía que cada momento que compartía en silencio con Ella y sin que lo supiera, eran momentos únicos, el sentía que sin esos momentos su vida no sería igual, el sabía que nada sería igual sin verla, aunque ella no lo sepa, El sabía que la amaba…
Todo se desarrollaba como cada día, la música suave que escuchaba lo llevaba a sentirse único, aflojaba sus manos, hasta introducirlas en los bolsillos de su abrigo e ignoraba la presencia de cada pasajero que entrecortaba la imagen que Ella representaba al cruzársele entre medio, Ella solo miraba con su mirada casi perdida por los vidrios empañados de la ventanilla. El la contemplaba mientras pensaba en su gran amor anónimo y se estremecía al sentirse inmerso en un metalizado féretro de soledad.


Sergio Gustavo

No escribo genialidades, solo sentimientos. Sergio Gustavo