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Le Petit Zappeur

El tiempo es demasiado lento para los que esperan, demasiado rpido para los que temen, demasiado largo para los que lamentan, demasiado corto para los que celebran. Pero para los que aman, el tiempo es la eternidad (Henry Van Dyke).

Filosofando........................
Posted:Mar 3, 2007 7:10 am
Last Updated:Mar 18, 2007 8:00 am
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“El hombre es profundamente ignorante de los más grandes problemas que lo conmueven, (...). Sin embargo, el hombre presume saber (...) CREE SABER cuál debe ser el sentido de la vida humana, (...) afirmando con ello implícitamente el VALOR de sus elecciones. (...) Sin embargo, muy pocos, se plantean el problema de la VERDAD o el problema de la BONDAD de tal vida o de tales actitudes, ni menos capaces de ´dar razón´ de todo ello. Por lo general, más que realizar personalmente sus existencia, los HOMBRES ´se dejan vivir´, se dejan arrastrar por las opiniones hechas, por lo que la ´gente´ dice o hace”
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Seoras Primero. Acto II
Posted:Mar 3, 2007 6:24 am
Last Updated:May 23, 2024 4:22 am
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ACTO SEGUNDO
(Al levantarse el tejón, Carlos y Raquel continúan en la misma posición que al terminar el acto. Sigue oyéndose "Arrivederchi Roma", mezclado con el ruido que hace el timbre del teléfono al sonar. Después de una breve transición, Raquel se incorpora, mira extrañada hacia el exterior, mira a Carlos, después va hacia el teléfono, hace ademán de descolgarlo, pero inmediatamente se arrepiente. Deja de sonar el teléfono. Carlos vuelve también a la vida, mira a todas partes, va hacia el balcón, lo cierra. La música deja de sonar quedando la escena completamente en silencio. Ninguno se atreve a romper el mutismo, se miran embarazosamente.)

RAQUEL.-Qué faena... ¿eh?

CARLOS.-Si, qué faena.

RAQUEL.-Yo creo que no nos hemos portado bien, Carlos... Arriba tenían razón.

CARLOS.-¿No estarás arrepentida?

RAQUEL.-No sé qué decirte. Estoy aturdida y no veo las cosas muy claras... Todo ha sido demasiado fácil. Sí, demasiado cómodo.

CARLOS.-De todas maneras me parece una injusticia. Yo creo que los dos primeros casos de suicidio que se han rechazado.

RAQUEL.-No te quejes; nosotros no hemos nacido para matarnos. Los suicidas, sí.

CARLOS.-Nunca podía imaginarme eso. Yo creí que la vida era como fumarse un cigarrillo, que se tira cuando uno se cansa o se espera pacientemente a que se consuma.

RAQUEL.-También los hay que se queman.

CARLOS.-No es fácil. Se quema sólo el que fuma un grueso puro o el hipócrita que los fuma emboquillados. Pero, desengáñate, cuando la vida de uno es un triste cigarro negro, lleno de estacas, y con un papel amarillo repugnante, el único peligro es que se apague cuando menos se espera, pero quemarse... eso sí que no.

RAQUEL.-Hay que ver la que has armado. Qué vergüenza me has hecho pasar. Allí no sonaba la música, ni se oían trompetas, ni crecían alitas.

CARLOS.-Mujer... cómo iba yo a suponer.

RAQUEL.-Y luego tú empeñado a toda costa que nuestros nombres tenían que estar en ese libro tan gordo.

CARLOS.-Total, que no ha servido para nada el tiro. Resulta que ni tú ni yo hemos nacido para suicidas. Aquí tenemos que esperar un día, otro día, una semana, un año... hasta que muramos de muerte natural, como se muere la gente sin aspiraciones, los pobres de espíritu... Además... ahora no se muere nadie. Antes con las guerras...
RAQUEL.-E1 otro día leí en el periódico que un señor había llegado a los ciento treinta años.

CARLOS.-Viviría en algún pueblo. Como de aburrimiento no se muere nadie... En una capital, llegar a los sesenta es un récord.

RAQUEL.-Anda, pues ahora que me acuerdo. Las tortugas, tengo entendido... (Suenan unos golpes en la puerta.) Carlos, llaman a la puerta.

CARLOS.-Chist, calla.

RAQUEL.-Oye, ¿crees que seguiremos como antes?

CARLOS.-No sé; tú me parece que estás más guapa... Estas cosas te sientan.
(Suenan otra vez los golpes en la puerta.)

RAQUEL.-No es momento para decir tonterías.

CARLOS.-Voy a abrir. Escóndete; no conviene que te vean en mi cuarto,

RAQUEL.-No, hijo, no. Después de este ridículo. Además, ahora que me acuerdo, yo soy una mujer casada. CARLOS.-¡Raquel)

RAQUEL.-Sí, casada y con un hombre muy serio. A él no le da por ir convenciendo a la gente para que se suiciden y encima te tomen el pelo.
(Vuelven a sonar los golpes en la puerta.)

CARLOS.-Pero, pero... Está bien. Allá tú.

(CARLOS abre la puerta y entra un hombre mayor vestido de conserje.)

CONSERJE.-Buenas noches... ¿Qué, está usted bien?

CARLOS.-Pues sí... sí, sí señor. (Se ríe.) ¿Y usted?

CONSERJE.--Regular. Además, con este calor... Si lloviera, otra cosa sería.

CARLOS.-Muy bien. Pues no sabe cuánto me alegro... (Los dos se miran violentos y terminan riéndose.) Vaya, vaya con el portero... Bien, bien. ¿Qué, paseando?

RAQUEL.-¿Quién es, Carlos?

CONSERJE.-Yo, señora. Fermín, el portero, para servirla.

RAQUEL.-¿Sí?... ¿El qué?

CONSERJE.-Pues, no se me ocurre nada... Lo que usted quiera... Pero ¿a qué he subido yo? ¡Porque yo he subido para algo!... Ah, ya está... con permiso. Yo estaba tranquilamente sentado en mi conserjería cuando me pareció oír como dos... Como dos...

RAQUEL.-¿Cohetes, verdad?

CONSERJE.-No, precisamente cohetes, no... Eran como dos... Como dos...
CARLOS.-¿Truenos?

CONSERJE.-No, no; precisamente truenos, no. Eran como dos...

RAQUEL.-¿Tiros?

CONSERJE.-Exacto. Tiros, sí, eso es. (Pausa.) Parece que los estoy oyendo. Primero, uno: Pum. Y luego otro.

RAQUEL.-Pum, ¿verdad?

CONSERJE.-Sí, eso es... Pum. (A Carlos.) ¿Su mujer?

CARLOS.-Oh, no señor. Yo soy soltero.

CONSERJE.-Entonces, ¿esta señora?

CARLOS.-Esta señora ya es otra cosa.

CONSERJE.-¿Cómo? ¿Es usted casada?

RAQUEL.-Sí, señor. Soy la mujer del señor del cuarto de al lado.

CONSERJE.-¿Del dieciséis?

CARLOS.-Aunque parezca mentira.

CONSERJE.-Entonces, ¿la señora es una de las recién casadas que llegaron esta mañana? Ahora recuerdo... Claro, hombre... Cómo no me fijaría antes?... Ande, que tiene un carácter su marido... Hace una hora que no para de dar gritos.

RAQUEL.-Sí, no me extraña. Siempre está dando gritos. Se cree más hombre.

CONSERJE.-Ahora es por usted... Hay que ver... El mundo es un pañuelo. (Va al teléfono y lo descuelga.) Con el dieciséis... ¡Cómo se va a alegrar! Oiga... ¿El señor Morales?... Aquí Fermín, el portero... Regular, con este calor. Si al menos lloviera, otra cosa sería... Pues ya se me ha olvidado... Sé que era una cosa muy importante para usted... (Raquel le hace señas.) Ah, sí... su mujer... La he encontrado... No, señor; viva. Otra Vez será... Sí, señor, aquí... Claro... ¿Quiere hablar con ella? ... Un momento, se pone en seguida. (Da el teléfono a Raquel.) Tenga; es su marido. Quiere hablar con usted.

CARLOS.-¿No serás capaz de...?

RAQUEL.-Víctor... ¿Eres tú? ... Menos mal que puedo oirte... No sabes la alegría que me das... Secuestrada; que he sido secuestrada... Sí, hace un rato, por un monstruo... Sí, un monstruo o un enfermo... Yo no sé para qué... Aquí, en el cuarto de al lado... Sí, ven corriendo. (Cuelga. Le saca la lengua a Carlos.) Va a venir... Va a venir...

CARLOS.-(Estupefacto.) ¿Pero estás loca? ¿Cómo se te ocurre decir que yo... que yo...? ¿Se fija? ¡Un mostruo yo!

CONSERJE.--¡Hombre!... No sé qué decirle. De eso entiendo muy poco. Claro que cuando la señora lo dice.,.

RAQUEL.-Un monstruo, sí; y muchas cosas más.

CARLOS.-;Pero yo a ti te -mato otra vez! (Llaman a la puerta.)

RAQUEL.-Víctor.., (Entra Víctor, joven, con gafas y correctamente vestido con una bata de seda.) ¡Víctor!... ¡Amor mío!... Sálvame.

VÍCTOR.-Valor, valor,.. Calma; ya está aquí tu Víctor.

RAQUEL.-¡Cómo he sufrido!... ¡Ha sido horrible! Y ade. más, ¡en una noche como ésta!...
(El CONSERJE se ríe.)

VÍCTOR, (Al conserje.)-No sea usted grosero,,, Ya sé, ya sé. Vamos a ver. ¿Quién es el monstruo?

RAQUEL.-Ese.
(Señalando a CARLOS.)

CARLOS .-Verá usted... Yo le explicaré...

VÍCTOR. (Avanza hacia él, desabrochándose la bata.)-¡Es usted un miserable!... (Al momento se da cuenta de que tiene una pistola en la mano. Se vuelve hacia Raquel.) ¿El de la pistola?

RAQUEL.-Sí, sí, el mismo.

VÍCTOR. (Se sonríe mirando a todo el mundo)-¿No se tratará de un error?... Estoy seguro de que ese señor es incapaz... ¡Si no hay más que verle!...

RAQUEL.-Te equivocas. Mientras tú te lavabas los dientes, entró en nuestro cuarto, me sacó a la fuerza y me trajo al suyo.

VÍCTOR.-¡No es posible!

CONSERJE.-No le azuce la señora, que va a haber una desgracia.

VÍCTOR.-¿Quiere usted hacer el favor de callarse? Esta señora es mi mujer y tiene derecho a azuzarme cuanto quiera,

RAQUEL-Y luego me amenazó con quitarme la vida si no era suya... Figúrate, suya... ¡Qué risa!...

VÍCTOR.-Mucha.

RAQUEL.-Figúrate. ¡Yo de otro hombre, estando tú a diez metros!

CARLOS.-¡Qué imaginación!

RAQUEL.-Y en vista de que conmigo no le valían de nada sus malas artes y sus picardías, empezó a dar tiros
como un poseso.

CONSERJE.-Si; yo oí los disparos. Por eso llamé por teléfono.
VÍCTOR.-¿Ha sido usted capaz de eso?

CARLOS.-Si se calma y tiene un poco de paciencia, le contaré cómo ha sido todo.

VÍTOR.-Si no tuviera un arma en la mano, le enseñaría cómo pegamos los maridos ultrajados.

RAQUEL.-Casi ultrajado, Víctor; casi ultrajado. Gracias a la mujer que tienes, que sacando fuerzas de flaqueza, supo resistir con la frente muy alta y llegar casi al sacrificio, por serle fiel a un hombre.

VÍCTOR.-¿Tú has hecho todo eso?

RAQUEL -¡Claro que sí! Y todo, ¿por quién?... Por ti, Víctor. Sí, ¡por ti solito!

VICTOR.-¿Sí?

CARLOS.--¡Basta ya!... ¡Se acabó! Al primero que pronuncie una sola palabra, ¡me lo cargo! Siéntese... Siéntese -usted también.

CONSERJE.-Es que yo soy conserje, y el reglamento...

CARLOS.-El reglamento soy yo. ¡Siéntese!
(Se sienta. CARLOS coge un vaso, lo llena de coñac y bebe.)

VÍCTOR.-¡Me parece que, está usted acabando con nuestrapaciencia!

RAQUEL.-Muy bien dicho, Víctor. Que se dé cuenta que tú también eres muy hombre.

VÍCTOR.-Pues no faltaba más.

CARLOS.-Tenga. (Le ofrece el vaso.) Beba... Le va a hacer falta... Ahora prepárese, que va a escuchar la verdad. ¿Comprende? La verdad escueta, clara y limpia, en relieve y con letras así de grandes. ¡Atención! Primera noticia: dos puntos, mayúscula y entre admiraciones. ¿Preparado? ¡Va premio!... Su mujer no le quiere; le engaña.

VÍCTOR.-¡Como que me lo voy a creer!...

CARLOS.-¿Por qué no se lo pregunta usted a ella?

RAQUEL-¿Es que vas a dar crédito a lo primero que te digan de mí?

VÍCTOR.-No claro que no... ¡Estaría bueno! Oiga, señor. Nos está usted ofendiendo a los dos... ¿Se entera?... ¡A los dos!

CARLOS.-A usted es posible. A ella, desde luego, no.

VÍCTOR.--NO me refiero a ella. Lo digo por ese señor y por mí.

CONSERJE.-A mí, lo que se dice ofender... Uno ya está acostumbrado. ¡Viene tanto francés por aquí!...

CARLOS.-Está bien. (A. Víctor.) Quítese las gafas y bésela... Hágalo.

VÍCTOR.-Naturalmente_ ¿Pues qué creía?

RAQUEL.-No lo hagas, Víctor. Ten en cuenta tus dioptrías.

VÍCTOR.-No importa.
(Se quita las gafas y hace intención de besar a Raquel. Esta se levanta.)

RAQUEL-No, Víctor, imposible. No puedo.

VÍCTOR.-Raquel... Luego... ¿es verdad?... ¿No me quieres? Sí, es verdad; aquí hay otro hombre.

RAQUEL.--No, Víctor... no hay más hombres.

VÍCTOR.-¡Cállate!... No hace falta que me expliques nada. Ahora lo veo todo claro.

CARLOS. Naturalmente. En cuanto se ha quitado las gafas.

VÍCTOR.-¿Qué se puede esperar de una mujer que prefiere Marlon Brando a Descartes, porque dice que es más guapo? ¿Una mujer que disfruta más tomando gambas que resolviendo la ecuación de la hipérbole? ¿Cómo no lo pensaría antes?,,. ¡qué tonto he sido! Aunque, en el fondo, debí sospecharlo. Raquel, tú jamás supiste ensolver bien un problema de determinantes.

CONSERJE.-Vamos, vamos, no se ponga usted así. Seguro que en el fondo la señora es buena. Es, es la juventud. Todos hemos sido jóvenes alguna vez.

VÍCTOR.-Cómo ¿usted también? No sabía nada.

CONSERJE.-Es, que nunca le hablé de ello. Pero mi juventud era distinta a ésta; éramos más sanos; íbamos menos al cine.

CARLOS.-Bien; continúe, que nos estamos saliendo del tema. Segunda noticia. Atención, dos puntos, mayúscula y entre admiraciones. ¿Preparado? ¡Va premio! Su mujer se ha suicidado hace escasamente media hora, conmigo.

VÍCTOR.-,,Suicidarse? ¿Del reflexivo suicidarse? ¿De quitarse la vida?

CARLOS.-Premio al caballero. Ella se disparó un tiro aquí, en mitad de la frente.

VÍCTOR.-¿Tú has hecho eso?

RAQUEL.-Le dije que sería capaz de hacer cualquier cosa por él.

VÍCTOR.-Pero eso es sólo un refrán, Raquel. También se dice que "no se tomó Zamora en tina hora", y nadie coge el tren para comprobarlo.

CARLOS .-Y cuando una mujer es capaz de hacer lo que ha hecho Raquel por mí, ¿qué más le va usted a pedir?

VÍCTOR.-;Qué inmoralidad! Dispararse un tiro delante de un desconocido. ¿Qué pensará mi familia?

RAQUEL.-¿Cómo podía yo sospechar que era eso? Nadie me dijo nada.
CONSERJE.-La señora tiene razón. ¿Quién no ha sido alguna vez desconocido? Eso a cualquiera le puede ocurrir.

VÍCTOR.-Usted se calla.

RAQUEL.-Si dejas que te explique te harás cargo de la situación... Ten en cuenta que cuando yo entré en esta habitación, él solito...

VÍCTOR.-¿Luego es verdad?... Todo lo que ha dicho este señor es verdad. El no te ha querido secuestrar; todo ha sido imaginación tuya. Entonces este señor no es un monstruo.

CARLOS.-Hombre, no me tengo por el Apolo de Belvedere... Pero un monstruo me parece excesivo.

VÍCTOR.-Ella ha venido a su cuarto por su gusto, sin que nadie la secuestrara. Y luego unas palabras han sido suficientes para... ¡Qué vergüenza!... Y luego dicen del extranjero... En una noche como ésta...

RAQUEL.-;Víctor, ya está bien! Todas las paciencias tienen un limite, y tú estás pasando de la raya.

VÍCTOR.-¡Qué tontas sois las mujeres!... Pero ¿no te das cuenta que si tú no te has suicidado antes, ha sido porque yo no he querido? ¿No piensas que a mí me hubiera costado muy poco trabajo convencerte y que si no lo hice fue porque siempre me ha parecido una cosa muy fea? He ahí la diferencia entre un señor con carrera y un... Sabe Dios lo que será este hombre.

CARLOS,- Ladrón. ¿Le parece a usted bien?

VÍCTOR-Bueno, eso lo es todo el que puede. Pero.., ¿qué más?

CARLOS.--No, nada más que eso. Pero no vaya a pensar mal. Ladrón de los que ya no quedan; de esos a los que se les juzga y se les mete en la cárcel para treinta años y un día. Más que ladrón diría yo desgraciado.

RAQUEL.-Bueno, no hace falta ponerse así.

VÍCTOR.-Ya lo ves... Y por un ser así, tú has sido capaz de quitarte la vida.

CARLOS.-Debería estar enfadado; la exclusiva de quitar las cosas la tengo yo.

VÍCTOR.--Pero ahora que me fijo, ustedes siguen viviendo... ¿No?... Se ríen, y hablan... Usted portero, ¿qué opina?

CONSERJE.-¿QUé quiere que yo le diga? Yo de esto no entiendo... pero yo diría que sí, creo que sí... Los muertos suelen tener otro aspecto...

VÍCTOR.-Los dos, ¿verdad?

CONSERJE.-Yo me atrevería a asegurar que sí. Aunque ya sabe que de esto entiendo muy poco.

VÍCTOR.-Entonces la cosa no está nada clara.

CARLOS.-No se esfuerce, Raquel y yo nos matamos, pero hemos sido rechazados en el más allá.

CONSERJE.-Ah, ya decía yo... Ahora está clarísimo.

VÍCTOR.-¿De manera que usted también?...

RAQUEL.-¿Pues qué te habías figurado?... No es tan malo tornó aparenta; es todo un caballero. Nos suicidamos los dos. El detrás de mí. Porque como nadie ignora, para suicidarse, como para subir en un ascensor, las señoras primero.

VÍCTOR.-Muy fino... ¿Y dice usted que arriba los han rechazado?

CARLOS.-Sí señor, sí. Resulta que ni Raquel ni yo hemos nacido para suicidas.

RAQUEL.-ES verdad, Víctor. Hubiera sido demasiado sencillo para nosotros; pero ya ves, según nos dijeron. "La vida es un valle de lágrimas" y estamos condenados a vivir con ellas, hasta que purgamos todo lo que hemos hecho de malo. Así es que tengo la sospecha de que nos vamos a hacer centenarios.

CARLOS.-ES verdad; todo lo que dice Raquel es verdad. Dentro de unas horas yo ingresaré en la cárcel por el asunto ése de que le hablé antes y Raquel vivirá a su lado hasta... cualquiera sabe hasta cuando.

VÍCTOR.-¡Vaya, hombre; me está usted dando lástima! ¿Y no cree que si volviera a suicidarse?...

RAQUEL.-No insistas, Víctor; no puede ser.

CARLOS.-Le agradezco sus buenos sentimientos, pero es completamente imposible. (Pausa.) En todo caso... Pero, claro... ¿Cómo no se me ocurriría antes?... Ya está... Qué idea. Claro que sí... Qué estúpido he sido.

RAQUEL.-Pero Carlos. ¿qué estás pensando?

CARLOS.-La solución, la idea feliz, al fin, naturalmente que sí... ¿Cómo no me daría cuenta antes?

VÍCTOR.-Diga ya de una vez lo que sea, que yo a sus ideas las temo.

CARLOS.-Eso es. Vamos a ver, Raquel. ¡Como suicida no me puedo marchar de la tierra!

RAQUEL.-Eso es.

CARLOS.-Perfecto. (Mirando a Víctor.) ¿Pero si alguien me quita de en medio?...

VÍCTOR.-¿Qué barbaridad está usted pensando?

CARLOS.-No es ninguna barbaridad; es la liberación, la idea feliz. Escúcheme, Víctor, amigo mío, a mí no me duelen prendas. Usted, va a tener el inmenso placer de pegarme un tiro, o dos, o los que hagan falta, hasta que esté completamente seguro que estoy más muerto que Tutankamón.

VÍCTOR.-Hombre, la idea es tentadora; pero así, en frío... CARLOS. (Le entrega la pistola.)-Tenga, quedan cuatro balas; adminístrelas bien... Vamos, dispare... ¿qué espera?

VÍCTOR-No sé... La verdad, yo nunca... Además, así, do pronto, sin pensarlo...

CARLOS.-Vamos, no sea usted cobarde. (Le da una bofe tada.) Dispare ya.

VÍCTOR.-¡Caramba!

CARLOS. (Le da otra bofetada.)-¿Lo ves, Raquel, qué poco hombre es tu marido?
(Víctor va a disparar.)

RAQUEL.-Quieto, Víctor. Si te mata a ti, yo no me quedo aquí para vestir muertos. Los dos o nada. Aunque no deba decirlo, y menos en una noche como ésta, yo me voy contigo, Carlos.

VÍCTOR.-Pero Raquel. Tú te quedas conmigo y con este señor... (Por el conserje.) ¿No te da alegría?

CONSERJE.-Claro, señora. ¿Qué más quiere?

RAQUEL.-No, Víctor. Contigo y con Fermín lo paso muy bien; pero Carlos es tan divertido y dice unas cosas tan bonitas...

VÍCTOR.-Bien, entonces seria estúpido. Decididamente yo no les mato.

CARLOS.-¿Y por qué no? Con lo bien que iba a quedar delante de todo el mundo: "Mira, ése es el que mató a su mujer y a su amante Diría la gente al verlo.

RAQUEL.-Todo el mundo te admiraría. Te nombrarían subsecretario de algo.

CARLOS.-:Las mujeres más hermosas pagaría fortunas por un mechón de su pelo.

RAQUEL.-Tu vida serviría de argumento a varias películas.

VÍCTOR.-¿Y la cárcel? Al que mata a su mujer y al otro, no hay quien le salve.

CARLOS.-¿Quién se atrevería a condenarlo? Sería ir contra la moral.

RAQUEL.-Sí, Víctor. Y la moral es una cosa muy seria.

CARLOS.-Y en este momento tiene usted de su brazo a esa mujer enlutada, hipócrita y mundana, que es la moral. Y con esa pareja tiene el mundo a sus pies.

CONSERJE.-Yo, aunque no entiendo mucho, creo que estos señores tienen razón. ¿Por qué no los mata?

VÍCTOR.-Porque tengo que matar a los dos, y eso para mí es imposible.

RAQUEL.-Vamos, Víctor; no irás a estar celoso...

CARLOS.-No piense ahora en esas tonterías. Fíjese lo que le tiendo: La fama, la admiración, los enchufes...

RAQUEL.-Te está ofreciendo la inmortalidad. ¿No lo ves? La inmortalidad tangible en forma de nueve corto. No la desprecies, Víctor.
VÍCTOR.-La admiración; los enchufes... Todo eso al cuerno. Para saborear la inmortalidad hay que morirse. (Pausa larga.) Claro. ¿Saben lo que he decidido? Matarme con ustedes.

RAQUEL.-¿Cómo?

CARLOS.-¿Está usted loco?

VÍCTOR-A mí me parece bastante lógica la idea. Yo quiero tanto o más que usted a Raquel y no voy a consentir que por una tontería se la lleve. Así es que... O nos matamos todos, o rompemos la pistola... Ustedes dirán.

RAQUEL.-¿Pero y tu álgebra?... ¿Tu sistema de ecuaciones?

CARLOS.-¿La teoría de los máximos y los mínimos? ¿La belleza que encierran los números complejos?... ¿Qué me dice usted de los números complejos?

RAQUEL.-Además, Víctor, tú eres ingeniero y los ingenieros está muy mal que se maten.

VICTOR.-Ah, sí... ¿Por qué?

RAQUEL.-Porque sois muy poquitos, y si encima os da por mataros...

CONSERJE.-Yo no entiendo mucho de eso; pero creo que el señor no debe matarse.

VICTOR.-¡Usted se calla! Estoy decidido. Nos mataremos los tres.

CARLOS.-Sí, pero si usted no lo hace... ¿quién se va a encargar de...?

RAQUEL-Claro, porque ya sabes que el suicidio no vale.

VÍCTOR.-Es verdad. Qué contrariedad... Esta es una complicación con la que no había contado.

CARLOS.-Bien. ¿Entonces se decide usted a...?

VÍCTOR.-¡Ya está! A mí, aunque ingeniero, también se me ocurren ideas luminosas. (Señala al conserje.) Nos
matará este señor.

CONSERJE.-¿Quién, yo?... ¡Pero vamos! (Se ríe.) ¡Qué guasón es el señor!

RAQUEL.-Eso es; le dais una buena propina, y tan contento.

CARLOS.- No está mal la idea. Me figuro que a este señor no le importará...

VÍCTOR.-¿Qué le va a importar? Si lo está deseando. ¿No se lo notan en la barba?

CONSERJE. (Se sigue riendo.)-Amos que... ¡qué cosas tienen los señores!

VÍCTOR. (Entregándole veinte duros.)-Tenga usted; no es ninguna broma.

CONSERJE.-Pero... pero si yo nunca he matado a nadie, y personas, mucho menos.

RAQUEL.-No se preocupe. Si es muy fácil. Se nace sabiéndolo.

CONSERJE.-Pero ¿y la Policía? ¿Cómo se va a creer que yo...? Vamos, que no.

VÍCTOR.-Mire usted. Si quiere, nosotros escribimos una carta explicándolo todo. Usted la guarda y cuando termine la faena, la enseña.

CONSERJE.-No sé, no sé. Es peligroso. Además, me parece que está prohibido hacer estas cosas en las habitaciones.
(Víctor le da otro billete de cien pesetas.)

VÍCTOR.-Tenga. No se hable más del asunto.

CONSERJE.-Está bien. Señor, Señor, qué fácil de convencer soy. Pero tienen que escribir esa carta; si no, hay tiros.

RAQUEL. (Besándole.)-Es usted muy bueno. Cuando estemos allí arriba, intercederemos por usted, para que se venga pronto con nosotros.

CONSERJE.-No, no se preocupe. Yo aquí lo paso la mar de bien, de verdad... ¿Eh? No hagan nada por mí... Déjenme tranquilo.

CARLOS.-Lo que usted quiera. Entonces vamos a escribir esa carta.

VÍCTOR.-Siéntese. Yo dicto.

VÍCTOR.-Empecemos. Escriba: Ilustrísimo señor Director general de Seguridad.

RAQUEL. (Aplaudiendo.)-Muy bonito.

CARLOS.-Esto siempre es de mucho efecto.

VÍCTOR.-Los abajo firmantes, todos ellos muy españoles, con buenos tipos, de derechas de toda la vida y en pleno uso de sus facultades mentales...

CARLOS.-Mentales.

VÍCTOR.-Suplican a V. I.

CARLOS.-¿No será V. E.?

RAQUEL.-¿Quién es V. I. y V. E.?

CARLOS.-Las letras vocales se dicen según la importancia: A. de alteza. E. de excelencia. I. de ilustrísima.

RAQUEL.-¿Y la U?

CARLOS.-La U como es la última, significa humilde.

VÍCTOR.-Pero hombre, ¡qué barbaridad!. Humilde es con H.

CARLOS.-Sí, pero una H. tan muda, que el no ponerla no es ninguna falta de ortografía, y el decirla en cambio es pedantería.

CONSERJE.-Entonces, la U., soy yo.

VÍCTOR-Sigamos. No tome en consideración cuanto haga en el día de la fecha, a las tres y media de la madrugada, Fermín, de profesión portero.

RAQUEL.-Pues obra impulsado por la voluntad de los abajo firmantes, todos ellos muy españoles, con buenos tipos y en pleno uso de... Tonos.-De sus facultades mentales.

CARLOS.-Bueno, ya está. Firmen aquí debajo. (Víctor y Raquel firman. Luego Carlos.)

VÍCTOR. (Le entrega la carta al conserje.) ¿Qué, ahora está más tranquilo?

CONSERJE.-¡Oiga! Aquí falta una póliza.

CARLOS. (Le entrega la , pistola.)-Tenga. Ya sabe lo que tiene que hacer.

CONSERJE.-Pues no, no señor.

RAQUEL.-Sí, hombre, sí, si es muy fácil. Usted nos apunta al corazón; luego oprime el gatillo con el dedo, y ¡ya está!

CONSERJE.-¿Y ya está?

CARLOS.-Y ya está uno. Tenga en cuenta que somos tres.

VÍCTOR.-Sí. Y los tres nos vamos a ir de la misma manera.

CARLOS.--Oiga, Víctor; ya que vamos a estar juntos toda la eternidad, que es mucho tiempo, quisiera decirle que me es usted muy simpático y que este rasgo de dejarlo todo por una mujer, me ha emocionado.

VÍCTOR.-La verdad es que yo tampoco le guardo ningún rencor. Entre nosotros le diré, que se lo pusieron demasiado fácil. Yo en su lugar hubiera hecho igual.
(Se ríe.)

RAQUEL.-Bravo. Ya me parece que os quiero igual a todos.

CARLOS.-Propongo un brindis.

VÍCTOR.- La idea me parece excelente... No hay nada como los brindis; sobre todo en ocasiones como esta. CARLOS._¡Vaya, hombre! Se ha terminado el cognac.

VÍCTOR.-Es igual; brindaremos con agua.

RAQUEL.-Naturalmente. Es mucho más sano. (Raquel se va al cuarto de baño y trae tres vasos llenos de agua.)Aquí la tenéis, fresquita.

CARLOS. (Levanta su vaso.)-Porque descansaremos pronto en paz.

RAQUEL.-Por los hombres en general.

VÍCTOR.-Por ti, Raquel.

CONSERJE.-¿Por qué no nos dejamos dé brindis ya y vamos a lo que importa?

CARLOS.-Bien; como usted quiera.

CONSERJE.-Está bien. Pero repito que me parece una tontería y luego les va a pesar... ¿A quién mato primero?

CARLOS.-Yo creo que a mí.

VÍCTOR.-¡Qué insolencia!... Recuerde, amigo Carlos, para estas cosas, como para entrar en el ascensor-...

CARLOS.-Las señoras primero.

RAQUEL.-¿Ve usted? Aún quedan caballeros. (Se acerca a Víctor y le besa en la mejilla.) Hasta ahora, Víctor. (Luego besa a Carlos.) No tardes,

CARLOS. (Al conserje )Cuando usted quiera, Fermín. Ya estoy preparada.

CONSERJE.-¡Ay, madre! ¡Madre, que a mí esto me gusta cada vez menos!

CARLOS.-¡,Pero no tiemble, hombre!

VÍCTOR.-La bebida, Fermín. Hay que dejar esa bebida.

CONSERJE.-Si yo no bebo ni en las comidas... Bueno, allá va. (Cierra los ojos y temblando dispara a Raquel.) Ya está.

VÍCTOR.-¡Pero, hombre, Fermín! Hay que apuntar.

CARLOS.-Que es a la señora a la que tiene que matar primero y no a mí.

CONSERJE.-Entonces no he acertado, ¿verdad?

RAQUEL.-Vamos, Fermín, vamos. No hay que ponerse nervioso. Si es muy fácil. Y no cierre los ojos. Ande, míreme, que no estoy tan mal.

CONSERJE.-Allá va.
(Dispara y cae Raquel. Víctor la coge en seguida. Carlos aplaude y el conserjese seca el sudor de la frente.)

CARLOS.-¡Premio al caballero!

CONSERJE.-Pues no lo hago mal, ¿verdad?

CARLOS.-¿Mal, dice usted? Si parece que no ha hecho otra cosa en toda su vida.
(Víctor recoge amorosamente a Raquel del suelo y la coloca en un sillón.)

VÍCTOR. (Compungido.)-Señores, háganse cargo. Creo que el que debe seguirla soy yo. Al fin y al cabo soy su viudo.

CARLOS.-Naturalmente. Víctor, le acompaño en el sentimiento.

VÍCTOR-Gracias. ¡Era tan buena!...
(Se abrazan.)

CONSERJE.-¿Ahora a quién?... Porque yo ya estoy acostumbrándome a esto.

VÍCTOR.-Vamos, Fermín. Mi mujer me está esperando.

CARLOS.-Adiós, Víctor; dé recuerdos.

CONSERJE.-Allá va otra vez. (Dispara y Víctor cae muerto. Fermín se echa a reír.) Ahí queda eso.

CARLOS.-Bueno, ahora voy yo. Espere un momento. (Sepeina, se anuda el nudo de la corbata; se arrodilla, co. ge una mano a Raquel y la besa.) Raquel, qué bien, pero qué bien te sienta el cuerpo presente.

CONSERJE.-Y que usted lo diga.

CARLOS.-Vamos a la obligación. Cuando usted quiera.

CONSERJE.-Sí, señor, ahora mismo.
(Dispara pero no sale ninguna bala.)

CARLOS. -¿Pero qué pasa?

CONSERJE.-NOosé; esto falla. (Se empieza a reír.) Mira, que si no lo puedo matar... Qué faena, ¿eh?

CARLOS.-No sea idiota y no haga bromas macabras. Pruebe otra vez. Dése prisa. Como no consiga usted disparar, prepárese a matarme a patadas.

CONSERJE.-(Sigue manipulando la pistola sin que salga ningún tiro.) ¿Y si lo dejáramos? Además, me estoy empezando a poner nervioso y esto no me gusta nada... ¡Qué nochecita!... ¡Hace un calor!...

CARLOS.-¿Pero qué dice? Es usted idiota... Esto sólo podía ocurrirme a mí. ¡Qué mala suerte tengo!

CONSERJE.-Mire, no hay nada que hacer. No queda ninguna bala.

CARLOS.-¿Y ahora qué hago?
(De pronto suena un trueno y empieza a llover.)

CONSERJE.-Usted sabrá. Yo, desde luego, me voy... Además, mire, está lloviendo. Es una noche perfecta.

CARLOS.-¿Pero cómo se le ocurre 'pensar en el tiempo? ¿Es que no se hace cargo de mi tragedia? CONSERJE.-Yo lo único que sé es que está lloviendo. Lo demás no me interesa.

CARLOS:-¡No me irá usted a dejar solo con el matrimonio!

CONSERJE.-Allá usted... Tres días esperando que lloviera. Muchos veraneantes se creían defraudados. Que descanse.
(Hace mutis llevándose la pistola.)

CARLOS.-Pero, oiga... Usted no puede dejarme así... Me asustan las tormentas... Pues sí que la he hecho yo buena. (Al momento se oye un disparo.) ¿Cómo?
(Entra el conserje sin gorra, con la pistola en la mano y muy asustado.)

CONSERJE.-Ahí va... Se va usted a reír cuando se lo diga... Me equivoqué. (Se ríe.) Quedaba un tiro.
(Carlos se sienta en un sillón mordiendo un pañuelo con la cara entre las manos.
Muy de prisa cae el T E L O N
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Me preguntáis como me volví loco
Posted:Mar 2, 2007 5:00 pm
Last Updated:Mar 4, 2007 11:26 am
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Así sucedió:

Un día, mucho antes de que nacieran los dioses, desperté de un profundo sueño y descubrí que me habían robado todas mis máscaras -si; las siete máscaras que yo mismo me había confeccionado, y que llevé en siete vidas distintas-; corrí sin máscara por las calles atestadas de gente, gritando:
-¡Ladrones! ¡Ladrones! ¡Malditos ladrones!
Hombres y mujeres se reían de mí, y al verme, varias personas, llenas de espanto, corrieron a refugiarse en sus casas. Y cuando llegué a la plaza del mercado, un joven, de pie en la azotea de su casa, señalándome gritó:
-Miren! ¡Es un loco!
Alcé la cabeza para ver quién gritaba, y por vez primera el sol besó mi desnudo rostro, y mi alma se inflamó de amor al sol, y ya no quise tener máscaras. Y como si fuera presa de un trance, grité:
-¡Benditos! ¡Benditos sean los ladrones que me robaron mis máscaras!
Así fue que me convertí en un loco.
Y en mi locura he hallado libertad y seguridad; la libertad de la soledad y la seguridad de no ser comprendido, pues quienes nos comprenden esclavizan una parte de nuestro ser.
Pero no dejéis que me enorgullezca demasiado de mi seguridad; ni siquiera el ladrón encarcelado está a salvo de otro ladrón
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Seoras Primero
Posted:Mar 2, 2007 4:25 am
Last Updated:Mar 3, 2007 6:25 am
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Estamos en la habitación número 17 de un hotel de lujo en San Sebastián, aproximadamente hacia la mitad del mes de agosto, en plena Semana Grande. Al dar comienzo la acción, es la una y media de la madrugada de una noche calurosa. El decorado de los tres actos, es la habitación de un hotel de lujo, no muy recargada de muebles; una cama, tras un pequeño foro, dos butacones, mesa pequeña, teléfono, etc. Hay un balcón, por el que se divisa el azul del cielo. A la izquierda del espectador una puerta, la única que comunica con el exterior que da acceso al pasillo. A la derecha en primer término, otra puerta que comunica con el cuarto de baño. Un poco más hacia el foro un armario empotrado. Varias lámparas, cortinas, alfombras, etc... completan el atrezzo sobrio y elegante.

ACTO PRIMERO

Al levantarse el telón la escena está completamente vacía. Las luces encendidas y el balcón abierto, por el que entra una música lejana de un slow fox que se supone viene de la orquesta que toca en el jardín. Encima de la cama hay una maleta abierta con ropas de hombre. En el respaldo de la silla, una chaqueta colgada y tirada en el suelo una corbata. A los pocos segundos, entra en escena CARLOS, que aparenta unos treinta años. Sale del cuarto de baño, va en mangas de camisa y viene tarareando la música que toca la orquesta.

(CARLOS trae en las manos un pequeño frasco y un vaso de agua, que deja encima de la mesa, después de haber vertido unas gotas en él. Se acerca a la mesa e introduce una carta dentro del sobre, luego lo cierra y escribe una dirección, a continuación deja el sobre en la mesa, va hacia el vaso y bebe su contenido sin respirar, siente un pequeño mareo. Inmediatamente se toma un caramelo que saca del bolsillo. Al momento se repone del mareo, coge la corbata del suelo, se pone ésta y luego la chaqueta, de uno de los bolsillos extrae una pistola del nueve corto, la carga y se la lleva a la frente. Cuando se la va a disparar, unos golpes en la puerta dela izquierda, lo vuelven a la realidad, mira hacia donde han partido, titubea y por fin se dirige hacia allí, siempre con la pistola en la mano. Abre la puerta y entra precipitadamente en la habitación, una mujer, se llama
RAQUEL, es joven, bonita, etc., etc... Calza zapatillas de tacón alto y viste un pijama azul debajo de una bata de seda encarnada.)

RAQUEL.-¿Está usted solo?... Chist... Sí, claro que debe estar usted solo. (Pasa y cierra la puerta.) Pero bueno, dígame algo. No se quede usted así, no levante < mucho la voz y diga... ¿Está usted solo?

CARLOS.-Desde luego, hace un momento cuando no había llegado usted, yo habría jurado.., pero claro.

RAQUEL.-No sabe el peso que me quita de encima, menos mal.

CARLOS.-Vaya, me alegro.

RAQUEL.-Oiga, ¿no esperará usted a alguien?

CARLOS.-No, no, a nadie, tenga en cuenta que no es una hora muy apropiada para hacer visitas a la gente.

RAQUEL. ¿Ah, no? ¿Es que tiene usted algo contra la una y media de la madrugada?... ¿Le parece tarde?

CARLOS.-Eso depende; la una y media aquí en San Sebastián, en pleno mes de agosto, con inedia Semana Grande por delante y una noche como ésta, me parece una hora estupenda para cualquier cosa, pero no me negará que para practicar el bello deporte de la visita, creo quedas reglas de sociedad recomiendan otras horas del día...

RAQUEL.-Es verdad... ¿Por qué será eso? Todo el mundo tiene la manía de hacer las visitas por la tarde y casi siempre a una hora fija.

CARLOS.-Sí, como las corridas de toros.

RAQUEL.-Cuánto más bonito serla de tres a seis de la madrugada, además no se correría el riesgo de en contrar la casa vacía.

CARLOS.-Sí, y mucho más cómodo. Recibiría uno a los amigos en pijama, zapatillas y vaso de agua. La sociedad es eso; hacer las cosas más fáciles de la manera más difícil, para dar mérito a los actos que en sí solos...

RAQUEL.-Sí, tiene usted razón, se nota que es usted un hombre de mundo, yo a los hombres de mundo los conozco en seguida.

CARLOS: -¿Sí?

RAQUEL.-Desde luego, así como usted: morenos, con don de gentes y... Oiga perdone esta pregunta indiscreta, pero qué quiere, soy mujer.

CARLOS.-No hacía falta la aclaración.

RAQUEL.-¿Eso que tiene usted en la mano, que parece una pistola, qué es? Calle, no me lo diga. Es un mechero. ¿Verdad?... Yo tuve uno así. Bueno, era un poco más pequeño, y más mono, y no encendía nunca.

CARLOS.-Le creo, porque esto no es ningún mechero, es...

RAQUEL-Entonces, ya sé, es una radio... Naturalmente. Si no hay más que verla, lo que pasa -es que es muy fea, además no debe coger nada..

CARLOS -Siento contradecirla otra vez, pero tampoco es una radio. Esto que tengo en la mano en forma de pistola, asómbrese: es una pistola.

RAQUEL.-No.

CARLOS.-Se lo juro.

RAQUEL.-Me deja de piedra... ¿Quién lo iba a decir? De pronto se encuentra una con un señor que tiene en la mano un chisme que parece una pistola, empieza a preguntar, a preguntar, a preguntar, y resulta que es.

CARLOS.-No sé cómo le extraña.

RAQUEL-Como hoy día nada de lo que a primera vista vemos es realmente lo que parece, ¿cómo iba yo a figurarme...? Señor, Señor, pero créame que me alegra ver que quedan cosas que no varían con el tiempo. Porque eso de ir a coger un libro de una biblioteca y encontrarse que es un bar, ver unas escaleras que no conducen a ninguna parte, la arcaica mesa de camilla que por las noches se convierte en una espléndida cama de matrimonio, y el cuarto ese pequeño donde nos mandaban a jugar nuestros padres, y que era el de los trastos, hoy día convertido en un estupendo piso con derecho a cocina, donde viven tres familias numerosas y una abuela que no sirve para nada, créame que no hay quien lo resista. Yo prefiero que el pan sea pan y el vino si puede ser de Málaga, mejor que mejor. (Pausa.) Oiga, ¿y por qué lleva usted pistola?... (Con alegría) No me diga... qué ilusión... ¿Es usted asesino? SI, no cabe duda. Usted ha debido matar a mucha gente.

CARLOS.-Siento contradecirla otra vez.
RAQUEL.-A ver, míreme a los ojos... No, qué va, usted qué va a matar... Usted debe ser representante de armas, o coleccionista de objetos extraños... ¿verdad?

CARLOS.-No, tampoco. Ahora no soy nada. Pero eso no im. porta, lo importante es lo que se ha sido. Y yo, hasta hace doce días exactamente, no me aplauda por favor, era empleado.

RAQUEL.-Vaya, le felicito.

CARLOS.-No, compadézcame mejor.

RAQUEL.-¿Pero empleado del Estado o de los que trabajan?

CARLOS.-De los segundos. Empleado de la más importante fábrica de cosas americanas; todo lo que se fabrica allí es americano. "Giráldez y Giráldez, Sociedad Limitada": El negocio más productivo desde que le pasó a los alemanes lo que les pasó; un consejo de administración, con su presidente y todo para que no falte de nada; un di. rector, un co-director, un vice-director, cuatro jefes de personal y un empleado.

RAQUEL. (Con alegría.) -¿Usted?

CARLOS.-Exacto, yo. (Dándole una tarjeta de visita.) Car. los Pérez Rodríguez como mi nombre indica, natural de Ciudad Real, de 31 años de edad, cinco meses y tres días, no mal parecido, de...
RAQUEL.-Oiga, en Madrid conocí a un señor que se apellidaba Pérez, fíjese, como usted. (RAQUEL se ríe mucho.) Tiene gracia, ¿no?

CARLOS.-Mucha, ya lo creo. El mundo es un pañuelo... Bien, bien, y usted, ¿cómo se llama?

RAQUEL.-Raquel, y no me avergüenzo, por lo menos tengo nombre de mujer, que en estos tiempos, ya es algo. (Pausa.) ¡Pero no me ha dicho para qué lleva usted ese trasto encima!
(Por la pistola)

CARLOS.-He aquí un prodigio de la imaginación humana, con un sólo movimiento del dedo, se manda a hacer gárgaras a una persona, animal o cosa.

RAQUEL.-¿Y para qué quiere hacer todo eso?

CARLOS.-Es una historia muy larga de contar. Dentro de unos momentos, con su permiso, claro está, me voy a suicidar.

RAQUEL.-Vaya, hombre, qué pena... con lo moreno y lo bien que está usted... Y ¿por qué?... No me diga... una mujer ha tenido la culpa, una mujer... siempre pasa lo mismo, ¿a que no me equivoco?

CARLOS.-¡Y qué mujer! ¡Si la hubiera usted visto!

RAQUEL.-Rubia, ¿verdad?

CARLOS.-Rubia, como una peseta y un metro sesenta y seis con tacones, ¿he dicho algo?

RAQUEL.-Francesa.

CARLOS.-Francesa como De Gaulle, ojos verdes, rasgados...
RAQUEL.-Boca sensual.

CARLOS.-Boca sensual, y encima una nariz graciosísima tirando a chata.

RAQUEL-Cincuenta centímetros de cintura.

CARLOS.-Cuarenta y ocho centímetros de cintura... ¡Oiga! ¿Usted cómo sabe todo eso?

RAQUEL.-Porque así las mujeres por las que se matan los hombres sin personalidad. Suicidarse por una mujer como esa, no tiene mérito, lo hace cualquiera. Lo verdaderamente digno de mayor elogio, es levantarse la tapa de los sesos por una manchega bajita de...

CARLOS.-¡Si usted hubiera conocido a mi Colette!

RAQUEL.--La hubiera hecho un monumento o la habría cantado la Marsellesa, en fin, cualquier cosa, menos suicidarme.

CARLOS.-Pero póngase en mi caso. Yo padecía un sueldo de dos mil treinta y siete pesetas menos los descuentos, que se quedaba reducido a mil trescientas cincuenta, más la carestía de vida, que hacía un total líquido de mil trescientas cincuenta y seis con treinta y...

RAQUEL.-¿Al año?

CARLOS.-No, todos los meses.

RAQUEL.-Ah, todos los meses... Qué granuja. Mira, mira, todos los meses sus mil y pico pesetitas, para que luego digan.

CARLOS-Pues bien, ella necesitaba más.

RAQUEL.-Eso es muy francés. No se conforman con nada.

CARLOS.-Además, como las francesas así, que no se casan. Salen carísimas.

RAQUEL.-Qué distintas de las españolas, ¿verdad usted? Que, en cuanto nos hablan de boda, aunque sea en árabe, nos ponemos a ahorrar como idiotas.

CARLOS.-¿ES usted casada?

RAQUEL.-Sí, claro, por eso lo digo, hablo con conocimiento de causa... Pero siga contando cosas de su Colette. A mí me traen sin cuidado, pero usted lo pasa en grande.

CARLOS.-Qué mujer... Unos ojos...

RAQUEL.-Dos, verdad. como me figuro que se va a referir a los mismo se lo hago constar.

CARLOS.-Sí, tiene razón. (Saca una fotografía de la cartera.) Mire, esta es, ¿le gusta?

RAQUEL.-Muy pintada... ¿no?

CARLOS.-.Si, pero bien. Lo importante en una mujer no es que se pinte, sino que se pinte bien.

RAQUEL. Ya, ya. Pero es que esta mujer parece un autoretrato.

CARLOS.-Bien, deme, dome. Si hubiera sido vieja y feísima, estaría usted diciéndome el \bsexo?\b apelle que tiene. (Pausa.) Pues bien, pasó lo que le hubiera pasado a todo español normal, haya o no, cumplido el servicio militar.

RAQUEL.-Que se llevó el dinero de la Caja, ¿no?

CARLOS.-Y la caja también.

RAQUEL.-¿Y fue mucho lo que sustrajo?...

CARLOS-Millón y medio aproximadamente.

RAQUEL.-¿Y todo eso se lo ha gastado con ella, con Colette?

CARLOS.-Absolutamente todo... Si usted hubiera visto cómo me quería... cuánto tenemos que aprender de Francia.

RAQUEL.-Sin ánimo de criticar y sin necesidad de salir con una paisana de Paquita Sagán, le diré que por la mitad tiene usted a media España del elemento femenino dando vueltas detrás de usted.

CARLOS. (Saca un cuadernillo.)-Mire, aquí está explicando perfectamente lo que tengo que hacer, esta decisión la he tomado después de pensarlo mucho.

RAQUEL.-Veo que es usted un hombre ordenado.

CARLOS.-Ordenadísimo. Yo todo lo que haga desde que me levanto hasta que me acuesto lo escribo en mis diarios y lo que tengo pensado hacer, en este cuadernillo de notas que llevo conmigo.

RAQUEL.-¿Sus diarios?... -¿Es que tiene usted más de un diario?

CARLOS.-Sí, tengo tres. Y no crea que muchos para llevar la contabilidad de mi vida. En el primero escribo todo lo que me hubiera gustado que ocurriese, pero que claro, no ha ocurrido. En el segundo me convierto en otro hombre y hago cosas que harían temblar al más repugnante asesino. Y el tercero, lo tengo dedicado a la vida íntima de todas mis amantes.

RAQUEL.-¿Ha tenido usted muchas?

CARLOS.-No, pero a fuerza de leerlos llega un momento que yo mismo me creo todas mis mentiras.

RAQUEL.-¿Y en ninguno pone la verdad?

CARLOS.-Desde luego que no. ¿En qué diario íntimo ha visto que se ponga la verdad? Yo invento cosas preciosas, dejo los diarios en cualquier parte para que lo lean los demás y cuando pase lo que tiene que pasar, dejaré dicho a mis descendientes que lo presente a un concurso literario a ver si pega. Y aquí en este pequeño cuadernillo. Ve (Leyendo.) Martes 17: Corbata marrón con unos puntitos, traje marrón con unas rayitas, zapatos de box-calf con unos cordones. A las nueve: café con leche en la cafetería de la esquina y que sea lo que Dios quiera. A las diez robar la caja del dinero de la oficina y a las once coger el Taf para Cáceres con Colette.

RAQUEL.-Vaya mañana. ¿Y por qué precisamente a Cáceres?

CARLOS.-Es un detalle de astucia; cuando la Policía se entere de que he robado un millón y medio de pesetas para irme con una francesa, me buscarán por todas partes menos en Cáceres... ¿O es que usted no conoce Cáceres? (Sigue leyendo.) "Viernes 17: Corbata marrón con unos puntitas, traje marrón con unas rayitas, zapatos de box-calf con unos cordones. Salida con Colette hacia Andalucía.

RAQUEL.--¿Con este calor?

CARLOS.-Con un millón y medio de pesetas no hay verano caluroso. (Sigue leyendo.) "Viernes 24: Corbata marrón con unos puntitos, traje marrón con unas rayitas y zapatos de box-calf con unos cordones. Salida Hacia Toledo a oír misa en la catedral. Yo soy católico ¿sabe?. Luego a visitar Madrid.

RAQUEL.--¿Pero no vive usted en Madrid?

CARLOS.-No, allí trabajo. "Jueves 30: Corbata marrón con unos puntitos...

RAQUEL-Oiga tiene usted un vestuario muy numeroso, ¿eh?... Si no tiene más que lo puesto ¿por qué lo apunta?

CARLOS.-Ya le dije que yo soy un hombre muy ordenado y no se debe dejar nada a la memoria. Tenga en cuenta que también tengo un pijama azul con tres botones blancos. Y aquí tiene usted. Hoy lunes a la una y media de la madrugada, escribir la carta a la policía y suicidarse. Usted ha llegado en el preciso momento en que lo iba a hacer.

RAQUEL. No sabe cuanto me alegro. Porque me figuro que ya se le habrán quitado las ganas de hacer tamaña tontería.

CARLOS.-Se equivoca. Estoy decidido a pasar a mejor vida y pasaré.

RAQUEL.-Es usted incansable.

CARLOS.- Y usted muy guapa.

RAQUEL.-Sí, ya lo sé. Y además de guapa, también soy casada.

CARLOS: Pero ¿poco, mucho, o bastante?

RAQUEL.--No, muy poco, casi nada. Desde las diez de la mañana en que me casé en Madrid en la iglesia de San José.

CARLOS.-Enhorabuena.

RAQUEL.-Muchas gracias... ¡Y qué boda! ¡Si hubiera usted visto!

CARLOS —¿Muchos invitados?

RAQUEL-A la ceremonia pocos, con este calor. Pero al lunch... yo no sé de dónde pudo salir tanta gente. Además llevaba un vestido.., blanco... Cómo estaba de guapa... Fíjese si estaba favorecida que mi padre le pre. guntó a mi madre, que quién se estaba casando con Víctor. Víctor es mi marido, ¿sabe? Y además es ingeniero, como las personas decentes.

CARLOS.-No sabe cuánto me alegro... ¿Y se le nota mucho?

RAQUEL.-Si no habla, no. Ahora se lo juro, me hubiera casado con él aunque sólo fuera perito.

CARLOS.-Vaya, eso dice mucho a su favor. (Después de una pausa.) Entonces.., esta es su noche de bodas, ¿no?

RAQUEL.-Carlos, por Dios, no sea usted verde.

CARLOS.-No sé, no sé; pero me parece que aquí hay algo que no está perfectamente claro. Usted se ha casado esta mañana en Madrid. Ha venido en viaje de novios a este hotel, esta es su noche de bodas y la está pasando con un desconocido, en el buen sentido de la palabra. ¿Qué le parece a Víctor?

RAQUEL.-¿Qué le va a parecer? ¡Cómo se nota que nunca ha estado casado!

CARLOS.-En fin, no sé qué pensar. Es posible que tenga usted razón. Yo he oído contar costumbres bárbaras de algunos pueblos de las Hurdes; alguna vez las he puesto en duda; pero créame, después de oír y ver lo que hace y dice una señora de buena familia, con su bachillerato ya terminado, porque usted tiene cara de tener el bachillerato ya terminado, ¿verdad?

RAQUEL.-Ya lo creo. Y además muy bien; tardé doce años en acabarlo. He conocido ocho maneras diferentes de estudiarlo.

CARLOS.-Pues bien, después de este ejemplo palpable no sé qué pensar.

RAQUEL. (Muy solemne.)-Carlos, a pesar de todo, yo soy muy desgraciada.

CARLOS.-No exagere. Será desgraciada a secas... Pero muy desgraciada, me parece llevar las cosas demasiado lejos. ¿Qué deja usted para la huérfana, paralítica y pobre?

RAQUEL.-Hágase cargo, Carlos; hace quince horas que me he casado y de pronto, me doy cuenta, que no me gusta nada, nada mi marido.

CARLOS.-Pues yo tenía entendido que los maridos solían gustar más tiempo.

RAQUEL.-No, si antes de casarme ya tenía mis dudas, pero qué quiere, soy curiosa.

CARLOS.-¿Y por qué se casó... con...?

RAQUEL.-Víctor, se llama Víctor; pero no ha sido ese el motivo.

CARLOS.-¿Es que la obligó la familia?

RAQUEL.-Si hubiera sido así no lo habría aguantado. Mi madre se enteró que era un buen partido e inmediatamente me prohibió salir con él, eso bastó para que a los seis meses acaba siendo su esposa

CARLOS -¿Y por qué' no le quiere?

RAQUEL-No sé, no acierto a explicarme la causa. Es un hombre muy raro, nunca habla de fútbol.

CARLOS.-¿Le ha visto algún médico?

RAQUEL.-No quiere, no tiene fe en ninguno. El dice que la diferencia que existe entre un médico y un practicante está, en que el practicante pone inyecciones. Además, no habla más que de matemáticas, a todas horas las matemáticas. Para él no existe otra cosa en el mundo. El primer día que salimos, en vez de hacer un soneto a mis ojos como está mandado, el muy anormal, me trajo resuelta la ecuación de la elipse de mis ojos. Figúrese, casada con un hombre así, se corre el riesgo de dar a luz en lugar de un hijo, un paralepípedo recto-rectangular. ¿No le parece?... Además, usa gafas.

CARLOS.-¿Qué tiene eso de extraño?

RAQUEL.-No, si a mí no me disgusta, hasta en las mejores familias se dan seres así. Lo que pasa, es que cuando se las quita parece otro hombre; es como si de pronto, sin avisar, se quitara el bigote, la barba o una oreja. (Pausa.) Cuando vamos al cine que naturalmente se quita las gafas...

CARLOS.-!Entonces no verá nada!

RAQUEL.-Claro- que no, pero no importa mucho. Me da cada susto, además, no llego a acostumbrarme; un día creí que era un señor desconocido y le puse la cara roja a bofetadas. Y ha sido esta noche, hace unos minutos, cuando le he visto, con su bata azul y su pasta de dientes en la mano, cuando de pronto se quitó las gafas (Pausa.) No lo he podido resistir. Ha sido superior á mis fuerzas. Me parecía que era otro hombre. Vamos, sentía la sensación de que le estaba engañando. No le he dicho nada, pero he esperado a que se fuera al cuarto de baño a lavar los dientes. Y entonces me he escapado de su cuarto y me he venido al suyo.

CARLOS.-Sigue sin parecerme correcto... ¿Por qué precisamente al mío?

RAQUEL.-¿Dónde iba a ir? A la calle no podía porque no es frecuente ver a una señora por la calle en pijama, más aún si es española. Si me vestía, no tenía tiempo. Entonces pensé en usted, mi vecino de habitación. ¿No recuerda? Nos tropezamos esta tarde al entrar.

CARLOS. Pues no, no recuerdo. ¿Y cómo se le ocurrió?

RAQUEL.-Le vi la cara y en seguida lo decidí... Seguro que este señor tan caballero, no tendrá inconveniente en cobijarme toda la noche en su cuarto. A la mañana siguiente ya habrá pasado todo y yo entonces tranquilamente me voy a mi casa.

CARLOS.-Pero su marido cuando la eche de menos se pondrá furioso. Revolverá este hotel, hasta es posible que quiera registrar este cuarto.

RAQUEL. ¿Usted cree? ¿Los maridos hacen todo eso cuando falta su mujer?

CARLOS.-Si es su noche de bodas, yo diría que sí.

RAQUEL.-Mira, mira de qué cosas se entera una.

CARLOS.-Señora, tiene usted que marcharse.., Señor, Señor, qué complicación. Ya no puede uno ni suicidarse tranquilo... Con la cantidad de habitaciones que hay en este hotel... Hágame caso, no puede usted quedarse aquí más tiempo, tiene que salir.
RAQUEL.-No, Carlos, no sea usted malo... ¿Qué más da?... ¿Que quiere usted suicidarse? Pues no se hable más, seré buena, v miraré desde aquí quietecita, cómo se da usted el tiro.

CARLOS.-Es que no sé... para mí resulta algo violento. (Duda.) Bueno, como quiera.
(Se pone la pistola en la sien.)

RAQUEL.-Ay, no puede ser. No, imposible, usted no puede matarse estando Yo aquí.

CARLOS.-Pero ¿por qué?

RAQUEL.-Todo el mundo me echaría la culpa de esto... Para qué queríamos más, si me encuentran en la habitación de un señor que tiene un tiro' en la frente.

CARLOS.-Pero hágame, caso. Mañana estará aquí la Policía y no quiero ser tratado como un ladrón... Prefiero suicidarme, aunque luego digan que era rojo.
(Carlos se va a un rincón de la habitación y se dispone a dispararse en la cabeza.)

RAQUEL.-Carlos; Carlos, no haga eso, se lo suplico, no lo haga... Vamos a ver, contésteme antes a una pregunta muy importante. ¿Dónde se va a dar el tiro?

CARLOS.-Pues aquí en la sien... ¿pasa algo?... es lo más frecuente.

RAQUEL.-Sí, desde luego, porque en un dedo a lo mejor falla. Pero en la frente va a resultar muy mal, además se quedará con los ojos muy abiertos, y le voy a decir la verdad, Carlos; usted tiene los ojos lo suficientemente grandes para no tener que recurrir a los tiros.

CARLOS.-¿Usted cree?

RAQUEL.-Además, no se debe morir uno tan de prisa. La muerte debe venir poco a poco, con sus catarros, y sus toses, para tener tiempo de ponerse a bien con Dios, porque me parece a mí, que arriba se la gana.

CARLOS.-No lo crea, yo siempre he sido un buen católico.

RAQUEL-Pues lleva usted una carta de recomendación malísima: Un suicidio, ahí es nada.

CARLOS-Pero yo tengo mucha fe y mi fe me dice, que ya cumplo bastante suicidándome. No crea usted que es tan fácil... Considere que lo tengo que hacer todo. Si es envenenándome, tengo que poner el frasco con agua y echarle unas gotitas de veneno, y luego tomarme en seguida un caramelo de menta para quitarme el mal sabor que tiene.

RAQUEL.-Me gusta mucho más ese método, que esa barbaridad del pistoletazo.

CARLOS.-Ya lo probé antes, pero no hizo ningún efecto. RAQUEL.-¿Y el balcón? Tengo entendido que hay personas que se tiran por los balcones.

CARLOS.-No serviría, este es un primero, por lo, tanto tendría que tirarme cinco veces.

RAQUEL.-¿Y si se cortara las venas de la muñeca?

CARLOS.-Haría falta una guillet, y yo me afeito con maquinilla eléctrica. A lo más que llegaría sería a un calambre en el codo. Decididamente el tiro es más seguro... Y aún dice usted que arriba... No, Raquel, no,

RAQUEL.-Oiga, me ha llamado usted Raquel, ¿verdad?

CARLOS.-Pues sí... Raquel... ¿Le extraña? Yo creo que es lo más lógico. ¡Si la hubiera llamado Emilio o Federico... !

RAQUEL.-No, no es por eso... Es que en sus labios, Raquel suena muy bien.

CARLOS.-Pues le doy a usted mi palabra que es la primera mujer que llamo así.

RAQUEL.-Eso se lo dirá usted a todas.

CARLOS.-A todas las que tienen unas pestañas tan largas como las suyas.

RAQUEL.-Además, Raquel simplemente. Nadie me había llamado así nunca.

CARLOS.-Es extraño. ¿No se llama así?

RAQUEL.-Sí, pero en casa decían que era un nombre muy cortito y siempre me han llamado Raquel María de la Medalla Milagrosa. Y luego los apellidos.

CARLOS.-Pues a mí me gusta más Raquel, así como suena.

RAQUEL.-Es que usted lo hace sonar muy bien... ¿Ha estudiado usted canto?

CARLOS.-No, no.

RAQUEL.-¿Música?

CARLOS.-Tengo tres años de piano, pero lo tuve que dejar porque no aprendía nada. El profesor era de Little Roock. como era lógico tenía prejuicios raciales y me prohibió tocar las teclas negras. Oiga, pero volviendo a donde estábamos: ¿Su Víctor también para llamarla emplea todas esas cosas?

RAQUEL.-Menos los apellidos. El me llama Raquel María y lo eleva todo al cuadrado... Antes de matarse tiene usted que conocerlo... Si no fuera por las gafas...

CARLOS.-¿Sabe una cosa? Yo no uso gafas ni de sol. Y le voy a decir más, aunque sea una inmoralidad gordísima. Me gusta usted muchísimo, y le aseguro que si no fuera por la tontería que ha hecho en San José, le pediría que se casara conmigo. Desde que la he visto, estoy convencido de que estoy hablando con la mujer de mi vida.

RAQUEL.-Qué lástima. ¿Entonces ya no me puedo casar con usted ni con ningún otro señor? Porque el caso es que usted tampoco me desagrada... Estoy por asegurar... que jamás le ha preocupado que dos rectas paralelas situadas en un mismo plano, por mucho que se prolonguen, nunca llegan a juntarse.

CARLOS.-¿Nunca?
(Se va acercando mirándose a los ojos.)

RAQUEL.-Nunca, se lo juro.
CARLOS.-Pues la verdad, no, no sabía nada.
(Siguen acercándose.)

RAQUEL.-Y por dos puntos.., sólo puede pasar una recta... y en cambio, fíjese bien... por una.., solo. (Se besan.) Carlos, besas mejor que Víctor.

CARLOS.-Tú también. (Se vuelven a besar.) Raquel, te adoro.

RAQUEL.-Carlos, voy a ser indiscreta... ¿Quién te gusta más, Colette o yo?
(Se oye una música lejana que viene del balcón.)

CARLOS.-Tú, Raquel, tú. ¿No te das cuenta que me estás quitando el sentido y vas a hacer que haga una locura y no me suicide...?

RAQUEL.-¡Ah! Eso sí que no.' En cuanto yo salga de este cuarto haces lo que te dé la gana. (Pausa.) ¿Oyes esa música? Me gusta. (Se va hacia el balcón.) Siempre que oigo la música por la noche me da la sensación que toca para que bailen esas estrellas con esos luceros, ¿sabes? Lo leí en un libro. Las estrellas las novias de los luceros, y cuando se casan se van a vivir a la luna.

CARLOS.-¿Te gustaría ser una estrella, y que yo fuera un lucero, y que viviéramos siglos y siglos, allá, en la luna?

RAQUEL.-¿Y Víctor? ¿También viviría en la luna?

CARLOS.-No, mujer, él no es ningún lucero, y no sabe de estas cosas... Mira, ¿ves aquel que está entre esas dos estrellas? Ese soy yo; cuando lo veas lucir de esa manera, sonríele... así, como lo estás haciendo ahora y seré el más feliz de toda la constelación.

RAQUEL.-¿Y nunca me engañarás con otra estrella?

CARLOS.-Nunca, te lo juro.
(Se besan.)

RAQUEL.-Carlos... Llévame contigo, llévame lejos, lejos de aquí, lejos de este hotel, y de las cárceles, vámonos allí, con esas estrellas y esos luceros. (Cesa la música.) Se ha parado la música, qué lástima, es como si se hubiera deshecho toda la armonía... Mañana tú te habrás muerto, aquí lloverá como siempre, y yo terminaré haciendo las paces con Víctor,

CARLOS.-Eso sí que no. Si quieres no me mato, robo otra caja y nos vamos a Cáceres. Está visto que mi sino es robar caja por las mujeres.

RAQUEL-No, Carlos, no puede ser.

CARLOS.-¿NO te gusta Cáceres?

RAQUEL.-No, no es por eso... Es que esta mañana, cuando el buenazo de don Julián, me preguntó en la plática sin ánimo de hacer chistes, que si soportaría a Víctor en el bien y en el mal, en la suerte como en la desgracia, a mí se me ocurrió decir que sí, y Carlos, yo me he educado en las Ursulinas, donde me han enseñado que estas cosas en serio. Sí, Carlos, muy serias.

CARLOS.-¿De manera que tú eres católica?

RAQUEL.-¿Qué estás pensando?

CARLOS.-Ya está. Matémonos juntos.

RAQUEL.-Caramba, eso es muy fuerte, yo te quiero a ti, pero de eso...

CARLOS.-¿No quieres vivir siempre conmigo? ¿No quieres ser feliz?... Ten en cuenta que en este mundo tanto para ti como para mí, la felicidad es un artículo de lujo que no podemos disfrutar sin pagar su impuesto que nos separaría al uno del otro. Pero nuestro mundo, nuestra vida, está en el más allá, está en ese firmamento que nos separa.

RAQUEL.-Sí, Carlos, sí, suicidémonos juntos... En el fondo somos buenos y obramos bien. Y veremos todas las noches a San Sebastián desde el cielo, que tiene que estar precioso... ¿Pero no me escuchas?, ¿qué tienes?

CARLOS.-No, Raquel, no- puede ser. Tu caso es distinto al mío. Tú tienes un marido y te debes al mundo, aún no ha terminado tu misión aquí. Yo en cambio,..

RAQUEL.-Sólo porque no tienes un marido como yo... pero en lo demás... Mi vida sin ti será un continuo sufrimiento; cuando los veranos viniera aquí a ver llover, ¿te imaginas cómo sufriré al recordarte? ¿No se mataron por amor Romeo y Julieta?

CARLOS.-Eran otros tiempos, hoy por amor no se mata nadie.

RAQUEL.-Además seremos muy felices, tú no tendrías tiempo de engañarme con otra y yo sería así de guapa siempre.

CARLOS.-Cállate, Raquel, no puede ser. Me mataré yo solo.

RAQUEL.-Entonces cuando tú te hayas marchado yo me meteré el cargador entero en el cuerpo.

CARLOS.-¿Tanto me quieres?

RAQUEL.-No te pongas cursi, no creas que me mato por ver qué pasa. Además sobre eso de volar a mejor vida tengo mis dudas.

CARLOS.-Bien, entonces no lo pensemos más... ¿Quién se mata primero?

RAQUEL.-Tú, Carlos. Eso es más bien, cosa de hombres.

CARLOS. No, Raquel, no; para suicidarse como para entrar en un ascensor. Las señoras primero.
(Le da la pistola.)

RAQUEL.-Está bien. (Vacila.) Me mataré en ese cuarto. (Por el lavabo.) Delante de ti me da vergüenza. Oye, arréglame un poco... Lo digo por la fotografía y los médicos. (Cuando va a hacer mutis, la música vuelve a sonar.) Escucha, otra vez la música.

CARLOS.-Sí, es nuestra marcha nupcial, que nos acompañará hasta el cielo,

RAQUEL.-Pues ya podían tocar "Arrivederchi, Roma", que me gusta más.
(La música se para y empieza a tocar "Arrivederchi Roma".)

CARLOS.-Raquel, te quiero mucho...
(Se abrazan.)

RAQUEL.-Yo también a ti... oye ¿no te arrepentirás cuando me veas con el tiro en la cabeza? Ten en cuenta que no favorece mucho.

CARLOS.-No digas eso, inmediatamente me reúno contigo. RAQUEL.-CARLOS, bésame.
(Se besan.)

CARLOS.-Adiós, Raquel.

RAQUEL.-Adiós, no... Hasta ahora.

(Hace mutis por la puerta del cuarto de baño. Carlos espera impaciente. Al momento se oye un disparo, Carlos corre hacia el lavabo y vuelve trayendo en brazos a Raquel y la deja en el sillón, le coge la pistola que tiene en la mano, la arregla un poco la ropa, le da un beso en la mejilla, se anuda la corbata, se peina, se pone el cañón de la pistola en la frente y dispara. Al instante cae al suelo. La música sigue sonando a bastante volumen y muy despacio desciende el TELON
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El hombre erroneo y el medio correcto
Posted:Feb 26, 2007 6:02 pm
Last Updated:Mar 6, 2007 6:39 am
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Un antiguo proverbio dijo: "Pero si el hombre erróneo usa el medio correcto, el medio correcto actúa erróneamente."

En la obra "El Secreto de la Flor de Oro" (C. G. Jung y R. Wilhelm), se describe la diferencia entre aquellos que sólo buscaban la inmortalidad física tratando de ser longevos únicamente, es decir, creer que nacieron para ser semilla además de buscar el poder o enriquecerse materialmente, y quienes mantenían la tradición ancestral de gestar el "Niño incorrupto"

Si bien es cierto que esta idea perdura en la mente de alguno que habiendo alcanzado el poder tratan de imponerla sobre los demas no es menos cierto que siempre han terminado fracazando en sus intentos. Y aun esta idea se traslada a nucleos mas pequeños, sociedades familias y termina destruyendo a seres humano por completos convirtiendolos en seres amargados,o autoritarios, y una serie de adjetivos que no necesitamos mencionar.

Es por eso que con frecuencia escuchamos quejas de personas que terminaron estudiando carreras equivocadas y siente frustracion porque no saben aun que es lo que desean en su vida!

Lo cierto del caso es que este tipo de actitud en la vida termina creandonos un gran problema, una episodio de angustia sin solucion.

Uno de los tantos famosos principios gebelianos
reza asi "No se debe exponer este arte con palabras totalmente oscuras; pero tampoco hay que explicarlo con tanta claridad como para que todos puedan entenderlo"
Otro Principio `conocido como el de la transfusión expresa:
" Por regla general la propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales; se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas "

Sin darnos cuenta, podemos caer dentro de este principio y terminar aplicandolo a nuestro entorno, llamese trabajo o familia y por lo tanto terminar creando una tormenta que tarde o temprano se desprendera sobre nosotros con todas sus consecuencias

La verdad en todo esto es que cuando deseamos alcanzar una perfeccion sin ni siquiera haber entendido lo que significa la perfeccion, o los grados de sacrificio que requiere cierto nivel de perfeccion es una carrera en el infinito y al final lo que nos espera es un gran abismo de confusion.

Asi que debemos echar de vez en cuando una mirada retrospectiva a nuestra vida a ver que principios estamos siguiendo o nos han estado imponiendo!
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Como Gusteis! La locura de Vivir
Posted:Feb 18, 2007 7:52 am
Last Updated:Mar 4, 2007 11:25 am
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Fragmentos de una obra de Shakespeare

" El mundo entero es un teatro, y todos los hombres y mujeres simplemente comediantes. Tienen sus entradas y salidas, y un hombre en su tiempo representa muchos papeles, y sus actos siete edades. Primero, es el niño que da vagidos y babea en los brazos de la nodriza; luego, es el escolar lloricón, con su mochila y su reluciente cara de aurora, que, como un caracol, se arrastra de mala gana a la escuela. En seguida, es el enamorado, suspirando como un horno, con una balada doliente compuesta a las rejas de su adorada. Después, es un soldado, aforrado de extraños juramentos y barbado como un leopardo, celoso de su honor, pronto y atrevido en la querella, buscando la burbuja de aire de la reputación hasta en la boca de los cañones. Más tarde, es el juez, con su hermoso vientre redondo, rellene de un buen capón, los ojos severos y la barba de corte cuidado, lleno de graves dichos y de lugares comunes. Y así representa su papel. La sexta edad nos le transforma en el personaje del enjuto y embabucado Pantalón, con sus anteojos sobre la nariz y su bolsa al lado. Las calzas de su juventud, que ha conservado cuidadosamente, serían un mundo de anchas para sus magras canillas, y su fuerte voz viril, convertida de nuevo en atiplada de niño, emite ahora sonidos de caramillo y de silbato. En fin, la última escena de todas, la que termina esta extraña historia llena de acontecimientos, es la segunda infancia y el total olvido, sin dientes, sin ojos, sin gusto, sin nada. "

Asi es la vida amigo lector! Quiero compartir este escrito que una vez recibi

EL día, domingo. La hora, las tres de la tarde. El lugar, el monte de Las Mercedes. El mirador de Jardina. Parada obligada. La visión de La Laguna, su expansión como si fuera un pulpo. Las casas se agrupan en tentáculos cada vez más gruesos y más largos. La ciudad no se conforma con el llano, asciende por las montañas. Queda un reducto de campo cada vez menor. Unas huertas geometrizadas, plantadas de trigo o cebada de crecimiento raquítico, aún conservan el verdor casi azulado. Unos rectángulos de tierra arada. El Teide apenas se dibuja detrás de una densa cortina neblinosa. El aire, que daba en mi cara, era frío y agradable. Un avión rasgó el cielo. La herida pronto se cerró. No dejó cicatriz. Entre montañas se veía una parte de Santa Cruz que trepa entre barrancos. Un tramo vacío del muelle.

Había comido un poco de puchero, otro poco de escaldón con gofio, mitad maíz, mitad trigo. Vino de Tegueste. Nada de carne. Simple precaución. No me gusta las locuras contagiadas. Que cada uno fabrique su propia locura. Vivir la locura de vivir. Una locura donde la muerte tiene luz y la vida tiene luz. Y la muerte y la vida comparten sombras y luces. Cada hombre es un loco, lo que cambia es el delirio. La pasión delirante. Afanes desmedidos, orgullos estúpidos, avaricia sin límites. Ambiciones imposibles. Empresas utópicas. Todo es locura. Y desde el mirador de Jardina, junto a la maravilla de los distintos verdes, contemplaba a cinco vacas que pastaban en una ligera hondonada. Cuatro leonadas y una blanca. Comían con parsimonia, pero en continuo empeño. Recordé los años en que por aquellas montañas, todas las tardes, había cientos de vacas sueltas, que al atardecer abandonaban los pastos y se dirigían a sus establos. Cuando me disponía a abandonar el espléndido paisaje, pude ver una vaca solitaria. Estaba junto a unos eucaliptos. Estaba echada. En dobles flexiones, sus patas atijeradas le permitían reposar el cuerpo y mantener la cabeza levantada. Miraba a lo lejos, apenas se movía. Parecía una estatua. Mi mente Estaba saturada de locuras y de vacas.

Aquella vaca parecía que había entrado en un profundo estado de melancolía. De melancolía romántica que no de depresión moderna. Era una vaca que pensaba que su yo estaba enfermo. Y sentía melancolía porque los médicos se preocupan de las causas externas de las enfermedades. Evitan los contagios, matan a las vacas locas, emplean antibióticos, erradican órganos enfermos, pero no curan el yo. El yo que se entristece y que se alegra, el yo que busca al propio yo. La enfermedad depende de lo que el mundo ha hecho con sus víctimas, y lo que las víctimas han hecho con el mundo.

Vacas y hombres locos. Miedo a que las vacas transmitan su locura. Reciprocidad manicomial. La locura de las vacas fue producto de la locura de los hombres. En otros tiempos compartíamos el reino de los sanos, hoy compartimos el reino de los enfermos. La vaca permaneció mucho tiempo en la misma postura. Sabe que por su locura la han considerado una marginada, una proscrita. Acepta su enfermedad y su condición de proscrita. Admite la incineración y la fosa común. No quiere responsabilizarse de la locura de los hombres. Los hombres estaban locos antes que las vacas. Incineradas no serán alimento de las carroñeras. Nuevo grito demencial: ¿qué será de las carroñeras, si las vacas muertas no se abandonan a la intemperie? La Sociedad Española de Ornitología avisa que incinerar y enterrar a las vacas pondrá en peligro a las aves necrófagas. Que la legislación no debe olvidar que los buitres negros, quebrantahuesos y águilas reales aliados indiscutibles de la salud de nuestro medio. Dios mío, qué es salud, qué es enfermedad.

La vaca no movió ni la cabeza ni el rabo. Seguro que no había moscas en su alrededor. Ni las moscas viven de las vacas, ni los hombres vienen de las vacas, ni las carroñeras viven de las vacas. Si no hay relación entre las partes, las partes están separadas. El conjunto hendido, esto es la esquizofrenia. La locura de la locura. La locura se convierte en un enigma descifrable. El hombre es el único loco de la naturaleza. Es el único ser con inteligencia. Y su inteligencia, al servicio de la avaricia y del poder, ha provocado su propia locura y la locura del mundo entero.

Las moscas picaban a las vacas, las vacas comían hierba del campo y los cuervos se alimentaban de los animales muertos. Y todo al servicio del hombre. El hombre, habitante del Pandemonio, mató las moscas, trastornó los cerebros de las vacas, hizo que las vacas se comieran a las vacas, y dejó los cuervos sin su sustento. Locura de las locuras. El orden, que es la salud, roto por el desorden, que es la locura.

Abandoné el mirador de Jardina. La vaca continuaba en el mismo sitio. La noche se aproximaba. El sol se retiraba. La luna sonrió. Esa noche soñé con el manicomio.
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La Estulticia?
Posted:Feb 14, 2007 6:01 pm
Last Updated:May 23, 2024 4:22 am
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Releia el texto la Historia de la estupidez humana, escrita por un hungaro ( Paul Tabori )

La mayor parte del libro resulta graciosa (o lamentable, según con que humor se lo lea) y a veces como que es una historia muy cercana a nosotros.
En el libro se narran una serie de situaciones que nos hacen reflexionar, a veces hasta dudar si los seres humanos llegamos a actuar de semejante manera! Tal es el caso como juicios a ratones de campo donde un Juez dicta una setencia contra los mismos, o juicios a cerdos, o a personas que ya habian fallecido y las jusgaban posteriormente. Tambien como debian manejarse el escribir cartas de amor y cuales eran sus consecuencias! Erasmo de Roterdam en su obra Elogio a la locura menciona acerca de la estulticia:
Cuanto queda dicho de la amistad debe aplicarse con mucho mayor motivo al matrimonio, ya que no es éste otra cosa que la conjunción indivisa de las vidas. Júpiter inmortal, ¡cuántos divorcios y aun accidentes peores que los divorcios ocurrirían si el trato doméstico del varón y la esposa [47] no se viese afianzado y sostenido por la adulación, la broma, la indulgencia, el engaño y el disimulo, que forman como mi cortejo! ¡Ah, qué pocos matrimonios llegarían a cuajar si el novio investigase prudentemente a qué juegos se había dedicado aquella doncellita delicada, al parecer, y pudorosa, mucho antes de casarse! ¡Y cuántos menos permanecerían unidos si muchos de los actos de las esposas no quedasen ocultos gracias a la negligencia y estupidez de los maridos!
Todas estas cosas se atribuyen justificadamente a la estulticia y a ella se debe aún que la esposa sea agradable al marido y éste a su mujer, a fin de que la casa permanezca tranquila, a fin de que en ella perviva la concordia. Inspira risa y se hace llamar cornudo, consentido y qué sé yo qué, el infeliz que enjuga con sus besos las lágrimas de la adúltera. Pero ¡cuánto mejor es equivocarse así que no consumirse con el afán de los celos y echarlo todo por lo trágico!

Sin embargo, sera que la estupidez es parte de ese entorno que debemos mantener a fin de ser un poco mas felices en la vida?
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La Mujer Desnuda
Posted:Feb 10, 2007 2:37 pm
Last Updated:Feb 14, 2007 6:03 am
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Estimados Señores:
Con el mayor respeto me dirijo a ustedes a fin de solicitarse cual es el contenido obsceno . Los unicos terminos que yo observo desnudo y orgasmo y en lo particular se refiere a un texto totalmente educativo y no deberia tener ningun tipo de censura! Por lo que he podido observar en muchos poemas que se han publicado hay contenido peores y no han sido clasificado en ninguna manera como obscenos. Por lo cual me gustaria saber a que se refieren en lo particular
Sin otro particular y en espera de su pronta respuesta
Atentamente
Jose Luis

En estos dias releia a Desmond Morris un Zoologo y etologo britanico que en 1967 publico uno de sus mayores exitos " El Mono Desnudo " Libro obligatorio a ser leido por cualquier antropologo. La verdad es que cuando lees este libro te pones a pensar seriamente en eso de que descedemos de los simios. Pero Este Zoologo ha escrito otro libro " La Mujer Desnuda " donde hace una analisis de los progresos que el cuerpo de la mujer en coninua evolucion ha logrado.. Cuenta por ejemplo que en un estudio de reconocimiento de sus bebes estas acertaron en un 100% con respecto a los hombre que solo reconocieron un 50%. Morris quien apoyaria mas la causa feminista hace una defensa del cuerpo de la mujer. Tambien menciona que el orgasmo alcanzado por una mujer aun no lo logran ningun otra especie y esto es debido al desarrollo de sus organos sensoriales destinados al hacer el amor. Por supuesto que causa conflicto este tipo de interpretacion cuando se dice que un alto porcentaje de Mujeres nunca lo han sentido o no saben si lo han vivido! Acaso Morris estaria exponiendo una verdad? Acaso algunas Mujeres no habran alcanzado una madurez de sus organos sensoriales sensuales? Claro es importante aclarar que la vision de Morris es un Zoologo y como tal su estudio es un retrato zoologico de la mujer. Lo que no podemos negar es que es un libro muy interesante y que ademas describe otra diferencias en cabellos, pecho, caderas, etc....
Como un homenaje a la mujer, así se podría calificar esta obra.

La verdad de acuerdo a esta vision la Mujer es un ser único de una clase extraordinaria que ha evolucionado a lo largo de la historia mucho más que los hombres. Una verdadera escultura a la que debemos admirar!
Espero que los que tengan oportunidad de leerla, no duden en hacerlo. No quiero despedirme sin antes dejarle como recuerdo un poema de Benedetti

Una mujer desnuda y en lo oscuro
tiene una claridad que nos alumbra
de modo que si ocurre un desconsuelo
un apagón o una noche sin luna
es conveniente y hasta imprescindible
tener a mano una mujer desnuda.

Una mujer desnuda y en lo oscuro
genera un resplandor que da confianza
entonces dominguea el almanaque
vibran en su rincón las telarañas
y los ojos felices y felinos
miran y de mirar nunca se cansan.

Una mujer desnuda y en lo oscuro
es una vocación para las manos
para los labios es casi un destino
y para el corazón un despilfarro
una mujer desnuda es un enigma
y siempre es una fiesta descifrarlo.

Una mujer desnuda y en lo oscuro
genera una luz propia y nos enciende
el cielo raso se convierte en cielo
y es una gloria no ser inocente
una mujer querida o vislumbrada
desbarata por una vez la muerte.
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El Dia de la Marmota
Posted:Feb 8, 2007 4:39 pm
Last Updated:Feb 10, 2007 2:50 pm
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El día de la marmota es una costumbre que se celebra el 2 de Febrero de cada año en varias poblaciones, aunque la más famosa de todas es la que se celbra en un pueblo llamado Punxstawnwey, y más famosa todavía se ha vuelto desde que en el año 1992 se hiciera una película ambientada en ese pueblo Bill Murray y Andie MacDowell.
Este es el resumen de este año lo que se anuncio:
Phil Says Spring is Right Around the Corner!
Phil's official forecast as read 2/2/07 at 7:28 a.m. at Gobbler's Knob:

El Nino has caused high winds, heavy snow, ice and freezing temperatures in the west.
Here in the East with much mild winter weather we have been blessed.

Global warming has caused a great debate.
This mild winter makes it seem just great.

On this Groundhog Day we think of one thing.
Will we have winter or will we have spring?

On Gobbler's Knob I see no shadow today.
I predict that early spring is on the way.

Por supuesto Phil es el nombre de la Marmota!
Como dirian los Franceses:
Comment la trouvez vous?

Como se explica que una marmota pueda predecir el tiempo? Acaso no se puedepercibir con tan solo asomarse y ver a las nubes?
Bueno esto es facil si vivimos en el tropico pero si vives en un pais donde en temporadas del año se lapasa nublado no sera tan facil, pero mas alla de la prediccion de la marmota lo que nos llama la atencion es porque tanta gente lo sigue!
De acuerdo a un estudio realizado por la revista National Geographic, en los últimos 60 años la marmota solo ha acertado en el 28% de las veces.
Pero señores 60 años? Cuanto puede vivir ese animal?
Bueno algunos cuentan que esta costumbre llegó a Estados Unidos con los alemanes que poblaron a Pennsylvania. En Alemania muchos granjeros acostumbraban observar al tejón, que al emerger de su guarida en el invierno, si veía su sombra (por ser un día de sol) se atemorizaba y seguía hibernando durante seis semanas más; pero en un día sin sol, al no ver su sombra, salía confiado en que ya empezaba la primavera. Y es asi como en Estados Unidos los granjeros observan la marmota para decidir cuándo plantar sus cultivos
Si la marmota sale de su madriguera y no puede ver su sombra porque está nublado, el invierno terminará pronto. Si, por el contrario, el cielo está despejado y la marmota puede ver su sombra, correrá de nuevo hacia su guarida y el invierno continuará seis semanas más.
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Otros transforman una mancha amarilla en .......
Posted:Feb 7, 2007 4:36 pm
Last Updated:Feb 10, 2007 2:03 pm
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" Algunos pintores transforman el Sol en una mancha amarilla; otros transforman una mancha amarilla en el Sol"
Esta frase que se le atribuye a Picasso encierra un gran misterio, sobre todo si el mismo Picasso es quien declara "Un artista debe saber cómo convencer a los demás de la verdad de sus mentiras"
La dualidad en la vida del ser humano esta adherida a su personalidad practicamente desde su niñez.
El rostro no siempre es el espejo del alma
El mayor especialista mundial sobre el lenguaje facial, Paul Ekman dice que debemos desconfiar e cuando le sonrían. Es una de las mejores máscaras para ocultar sentimientos negativos. Aprenda a descifrar los gestos de la cara, si es que quiere triunfar en sus relaciones... y el mismo Ekman establece 7 tipos de risas

Sincera. Dura más cuando los sentimientos positivos muy intensos. Participa el músculo cigomático. Se elevan las mejillas y salen “patas de gallo”.
Amortiguada. Sentimientos positivos aunque disimulando la intensidad. Se aprietan los labios, salen “patas de gallo” y se estiran las comisuras de los labios.
Falsa. Su fin es camuflar, convencer al otro de que se siente una impresión positiva. Contradice la emoción interior. De todas, es la única sonrisa mentirosa.
Burlona. Llamada también “de Chaplin”. Poco corriente. Los labios se elevan en un ángulo muy pronunciado.
Insolente, se alegra del mismo hecho de sonreír
Desdeñosa. Contracción del músculo orbicular de los labios, protuberancia en torno a las comisuras y, a veces, hoyuelo. Se confunde con una auténtica
Temerosa. No hay expresión positiva. El músculo risorio tira de los labios hacia las orejas y los labios quedan en posición rectangular
Triste. Muestra emociones negativas sin querer ocultar la desdicha. Es asimétrica y prolongada. Habitualmente implica que la persona no va a quejarse
Asi que mis queridos amigos no me queda mas que reiterar mi bienvenida a todos ustedes esperando en el futuro mas cercano arrancar de sus rostros alguna de estos 7 tipos de risas y contribuir a suministrales bases para aquellos que les gusta construir castillos en al aire......
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